Tanto ruido para nada: el desgobierno de Pedro Sánchez termina dando marcha atrás con el decreto Ómnibus para tranquilidad de todos los españoles. Se han tenido que tragar el sapo que ha querido Junts desde Waterloo con el fugado a la cabeza y terminar aceptando las medidas sociales, forzándole el debate de una moción de confianza y sacándole los colores al presidente.Cada vez más los hechos apuntan que en Moncloa están acabados y que, antes o después, se ven venir unas elecciones anticipadas. Así no hay quien aguante. No se puede durar más tiempo en el poder cuando te está dirigiendo una exigua mayoría del parlamento, a pesar de que le presidente siga vendiendo la frase de que este es un “gobierno progresista” que se deja la piel en todo cuanto hace.
Esta vez no cuela, Pedro: de nada sirve que hasta la saciedad intentes darle la vuelta a la tortilla culpando a la oposición del Partido Popular sobre lo sucedido. Esta vez has llegado (o has intentado llegar) demasiado lejos. Deja de tomar a los españoles por tontos, presidente, porque cada día más te vamos conociendo.
A pesar de todo, de estos seis días de “tira y afloja”, sería falso pensar que también Juntsno está interesado en prolongar esta legislatura: buscan la foto de Sánchez con Puigdemont. Y ya está. Ese sería su triunfo. Y es algo que no dudo que, antes o después, se va a producir. Recuerden que aún queda la negociación de los presupuesto para que continúe habiendo gobierno y éste está de nuevo en manos del prófugo. El precio de tener o no una aprobación del presupuesto, y por tanto de la continuidad de Sánchez en la Moncloa, pasa por la cesión integral a Cataluña de las competencias sobre inmigración y la amnistía política del “molt honorable president”. Como mínimo, si no se les ocurre apretar con algo más. Ya han visto que pueden hacerlo y no los va a parar nadie. Este último acuerdo “in extremis” entre ambos deja a las claras una realidad ante la que no podemos mirar hacia otro lado: no es solo Sánchez quien necesita a Junts, sino también al contrario. Los resultados, a la vista de las últimas encuestas de un futuro adelanto de elecciones generales, podrían desbancar a Puigdemont de la posición de fuerza que le confieren en este momento sus escasos siete escaños: los está exprimiendo de tal forma que está llevando al presidente y al gobierno más débil de España a unos límites insospechados. Nunca tan poco dio para tanto.
Desde Moncloa, su máquina de fango y los fontaneros siguen culpando al PP de los efectos de su desgobierno: aquello que hemos oído de “dolor social” ha llegado a ser vergonzoso. Y el martes volvieron a recurrir al mismo discurso: la polarización del discurso de la peligrosa derecha frente a un gobierno que se deja la piel por los españoles. Continuamos en manos de unos dirigentes que gobiernan a golpe de cesiones a un grupo de siete forajidos catalanes dirigidos desde Waterloo. No existe el interés por el bienestar de todos, servimos solo para pagar las facturas de los platos rotos. Que son muchos.