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Obama en Ferraz

La elección de Barack Obama como nuevo inquilino de la Casa Blanca me tocó vivirla, por razones profesionales, en la sede socialista de la calle Ferraz...

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La elección de Barack Obama como nuevo inquilino de la Casa Blanca me tocó vivirla, por razones profesionales, en la sede socialista de la calle Ferraz. Una hora antes del evento que paralizó a medio mundo, es decir a las cinco de la tarde del martes 20 de enero, había sido citada para hacer una entrevista a un alto dirigente del partido por lo que sin pretenderlo fui testigo accidental de la expectación  que el asunto levantó entre lo más florido y principal del socialismo español. Había un nerviosismo sólo comparable al que se vive en un partido los días de las citas electorales, incluso una euforia excesiva, como si todos se hubieran dado un chute extra de adrenalina para vivir con más intensidad una cita histórica.

Se esperaba que en su discurso inicial Barack H. Obama lanzara una serie de mensajes que en nuestro país se identificaran  claramente con los que utiliza Zapatero y no hubo nadie de la dirección del partido con quien me topara en la planta VIP del edificio, que no me hiciera ver de una manera directa o indirecta que el yanqui era como un alma gemela del español, unidos no sólo por una cuestión generacional: la misma edad, el mismo tipo de familia –padre de dos hijas adolescentes con suegra incluida–, el mismo perfil ideológico, socialdemócrata puro, incluso idéntica forma mediática y efectista de ser y estar en política.

Si no fuera porque Madrid no es Washington y el cercano parque de Rosales no es el gigantesco parque Mall situado frente al  Capitolio hubiera pensado que me encontraba en la sede de los demócratas y que habían sido ellos los  artífices de la victoria. En los momentos previos se admitían apuestas sobre el calado de su discurso inaugural, incluso los más atrevidos se aventuraban a comparar las primeras medidas del nuevo presidente norteamericano con las que tomó el español nada más llegar a la Moncloa: cierre fulminante de la ignominia de Guantánamo, retirada de las tropas de Irak, dinero público a mansalva para salir de la crisis y, en definitiva una lista de recetas impactantes a lo made in spain.

Nadie intuyó en ese momento que el nuevo inquilino de la Casa Blanca iba a incluir entre sus primeras medidas congelar el sueldo de los altos cargos, –de los funcionarios que tengan un sueldo de 100.000 dólares al año– una medida que recuerda aquella congelación salarial que tomó de Aznar en su día, también nada más pisar la Moncloa, y que fue y sigue siendo durísimamente criticada por los socialistas. Claro que tampoco es frecuente en España que un socialdemócrata apele al patriotismo de la forma que lo hizo Obama, jure ante la Biblia y termine su discurso invocando a Dios sin que suponga una provocación para nadie.

Me gusta Obama, me gusta su discurso en el fondo y en la forma y me gusta su manera de pedir a sus compatriotas que arrimen el hombro porque Papá Estado no puede con todo. “Por mucho que el Gobierno pueda hacer, esta nación depende en último término de la fe y la determinación del pueblo americano”, sentenció emulando a los grandes presidentes que le han precedido como Kennedy o Lincoln. Amén. Obama no es Rodríguez Zapatero ni España es Estados Unidos. Al menos en términos de consolidación democrática nos llevan un buen trecho como nosotros le sacamos una gran ventaja en miopía cortoplacista y partidista. ¡Qué se le va a hacer!

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