Dicen que Poli Díaz fue un buen boxeador. El martes alguien lo apuñaló brutalmente, pero se ha recuperado
Dicen que Poli Díaz fue un buen boxeador. El martes alguien lo apuñaló brutalmente, pero se ha recuperado. El Potro de Vallecas fue un héroe de barrio con los puños de acero y el alma blanda. Levantó varias veces en los años 80 los brazos como campeón de Europa y daba la impresión de que cuando alcanzaba al rival con la derecha era como si lo arrollara un tren. Era un tipo fuerte, con gesto bruto y ojos de mirada noble.
Es la gloria del boxeo. Rocki Balboa sigue corriendo cada madrugada dentro de un DVD. Poli Díaz alcanzó en un combate con la derecha, su terrible derecha, el mentón de Witacker, que se desplomó sobre la lona como si le hubiese estallado una bomba dentro del cerebro. Era el mejor boxeador de Europa. Poli campeón. Mucho ‘Potro de Vallecas’.
Su preparador ha explicado que el sponsor obligaba a Poli a asistir a fiestas y a actos sociales. Poli Díaz tenía dinero y éxito. En los salones, todo el mundo quería hablar con él. Poli cogía la copa de champán con su manaza inmensa de púgil y miraba con su gesto de tipo duro. Pero las fiestas se prolongaron demasiado. Más que el dinero y la fama. Y los golpes del rival sobre el ring dolían, cada vez más, cada vez más fuertes, y se grababan en el cerebro.
Poli ídolo. Poli, olvidado.
Alguien ha comentado que Poli Díaz trabajaba últimamente de portero de un burdel de lujo en Madrid, ubicado cerca del barrio de Salamanca. Por una propina, Poli buscaba un taxi al hombre sigiloso que huía con una chica rubia y anónima cogida del brazo hacia un hotel. Poli, para parar el taxi, levantaba un brazo, sólo uno, no los dos, como en los remotos tiempos en los que acababa de proclamarse campeón de Europa.
“Poli, ten cuidado con la vida”, le recomendó el martes un amigo por televisión.
El boxeo es una metáfora cruel de la vida, pero lo peligroso no es el boxeo, sino la vida, ese combate que el Potro de Vallecas va perdiendo a los puntos.