Me robasteis todos los lobos. No he podido ver la selva y ahora ella duda de mí porque llevo vuestra marca, vuestro nombre y vuestra sangre...
Me robasteis todos los lobos. No he podido ver la selva y ahora ella duda de mí porque llevo vuestra marca, vuestro nombre y vuestra sangre. Es por eso que me marcho y empleo mi fuerza y mis años en esta búsqueda. Una búsqueda de algo que pudo haber nacido junto a mí, pero que ahora está tan lejos. Soy un emigrante en mi propio pueblo y un inmigrante en el resto del mundo. Pero he soñado que hay lugares donde entienden que migrar no es nada malo.
Me atrevería a decir que siempre fui un emigrante de mí mismo, un peregrino de esta senda que nadie ya transita. Y es que lo sutil de la vida dormita en los lugares más insospechados. Mas vosotros nunca oiréis el llanto de la luna; vosotros nunca comeréis el fruto oscuro que madura al otro lado del muro; vosotros nunca descubriréis cuán cálido puede llegar a ser el fuego que uno mismo aviva. Puedo aseguraros que los ladrillos no construirán vuestros hogares, y que no poseeréis nada realmente si creéis que una moneda vale más que un paso. Un paso en este camino.
Pero decidme, ¿acaso creéis que mi camino es más extraño que el vuestro? ¿Acaso creéis que lo desconocido esconde indeleblemente algo peligroso? ¿Acaso creéis que laten el acero y el estatuto igual que laten el árbol y la brisa? Porque la brisa palpita, sí, palpita. Porque el peligro yace en la apatía, eso es, en la apatía. Porque lo extraño es no buscarse a uno mismo, exacto, a uno mismo.
Me robasteis todos los lobos. Malditos vosotros los conquistadores y maldito vuestro legado estéril. Y así rechazo el honor que supone mi apellido y abrazo el alma de mi madre; así rechazo el escudo que supone mi bandera y sostengo la mano de mi hermano; así rechazo la falsa seguridad que supone la rutina y le escribo a mi hijo el más hermoso de los cantos.
Amigo mío, no olvides ser agua, pues el origen de la vida aflora en las riberas; no olvides ser tierra, pues nace de ella todo el sustento que necesitarás jamás; no olvides ser aire, pues surge una armonía única en el aleteo de los pájaros salvajes. Mas sobre todo no olvides, amigo mío, que estoy aquí, contigo. Y que no estarás solo, si decides partir.