No recuerdo mi primer día de colegio, pero mi madre me dice que lo pasé todo el día en la clase de mi hermana, que era dos años mayor. Es la ventaja de ser el pequeño. Me pregunto dónde pasaría mi hermana su primer día de colegio.
De mi primer colegio tengo muchos recuerdos. La mayoría los asocio a profesores. Conchita, la seño de Primero. Se quedó embarazada y nos dijo que dentro de ella había un bebé. Nosotros no la creímos, la verdad. Pero a mitad de curso desapareció Conchita y tras unos meses regresó con un bebé en brazos. Primera lección: los profesores no mienten. Don Santiago, el profesor de Segundo. Un día, a las doce, Don Santiago pidió a toda la clase que nos pusiésemos de pie y que guardásemos un minuto de silencio porque había habido un atentado en Madrid. Al poco de comenzar, y como siempre pasa en estos casos, me entraron unas ganas terribles de reírme. Al final se me escapó una risa y contagié a mi amigo Ernesto. Don Santiago nos mandó al pasillo y nos pidió que esperásemos allí. Salimos ya muy serios y nos temimos lo peor. Una bronca. Una bronca en Segundo de EGB imponía mucho respeto. Don Santiago salió cuando terminó el minuto de silencio y nos explicó que nos había sacado para no contagiar al resto de la clase. También nos explicó lo que era ETA, lo que era un atentado, lo que significaba el minuto de silencio. Estuvo como diez minutos hablándonos de todo eso en el pasillo. Luego entramos y explicó todo aquello al resto de la clase. Nadie volvió a reírse jamás en los muchos minutos de silencio que guardamos aquel curso del 82. Segunda lección: los profesores enseñan mucho más que Matemáticas.
Don Pedro. Cuarto de EGB. Barba espesa, mirada grave. El primer día de clase le pregunto en voz alta si le podemos llamar Perico, lo que provocó no pocas risas entre mis compañeros. ¿Y a ti te podemos llamar imbécil?, me contestó con una sonrisa que provocó aún más rechifla. Tercera lección: a los profesores, respeto. En mi descargo diré que mi intención no era faltar el respeto de Don Pedro. Por aquel entonces uno de mis ídolos era Perico Delgado (lo sigue siendo) e, inocente de mí, pensé que aquello le halagaría. Se ve que no le gustaba el ciclismo.
No recuerdo profesores malos. Creo que de todos aprendí algo. De algunos más, de algunos menos. Pero todos me enseñaron cosas: desde lo divertido que era un libro a lo absurdo de acabar a tortas un partido en el patio del colegio. Creo que los peores profesores de mi vida los he sufrido en la Universidad. Tipos que acudían a clase a decir nada y a enseñar menos. Eso si acudían. En la carrera tuve tres profesores buenos. En el colegio no recuerdo un mal profesor.
Estos días, sin embargo, me acuerdo sobre todo de Margarita, mi primera profesora de inglés. Se desesperaba bastante con nuestra torpeza. Relaxing, Margarita. Visto lo visto, relaxing. Pues eso.