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Calentamiento global

A veces la mala suerte se ceba con los que nunca la tienen buena, y los aparta del tablero de la vida, y en ocasiones son tantos los que mueren de un solo golpe que no hay forma de llorar la pérdida proporcionalmente

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A veces se habla tanto de algo que parece que ya no haya que hacer nada. Contínuamente nos lamentamos de lo que ocurre, con infinidad de palabras y viejos discursos nos llevamos las manos a la cabeza ante la catástrofe, la crueldad, la calamidad y el desastre, y luego, pues metemos los verbos en el bolsillo y ahí se quedan, inútiles como quien los guarda. A veces la mala suerte se ceba con los que nunca la tienen buena, y los aparta del tablero de la vida, y en ocasiones son tantos los que mueren de un solo golpe que no hay forma de llorar la pérdida proporcionalmente. ¿Cómo llorar 10.000 nombres? Cómo compadecerse adecuadamente de una desgracia multitudinaria que arrasa con la esperanza de millones de personas que desesperadas buscan alguna solución bajo las ruinas del problema.
No hay palabras acordes a desgracias como la ocurrida en Filipinas, será por eso que su líder en la Cumbre del Clima, ha decidido, tras su discurso, tragarse las suyas como único alimento y permanecerá en silencio hasta que alguien mueva pieza, hasta que se dé un primer paso para salir del frenesí que alimenta el cambio climático y deja pueblos muertos de hambre, sacudidos por la naturaleza humana. Por eso, en un gesto de solidaridad hacia unos y presión hacia otros, el líder filipino no comerá nada. Veremos si con eso consigue algo distinto a ser uno más que apuntar en la lista. La avaricia no tiene escrúpulos, y aunque esta vez la Cumbre del Clima ha coincidido con la fatal noticia, y les ha vuelto escaparate, parece difícil que  vaya a descarrilar el tren de este capitalismo sin límites porque alguien les ponga su vida por delante. Millones de precedentes lo demuestran. Y al final, todos dirán lo máximo que puedan y harán lo mínimo que sea preciso.
Desde que en España la crisis apenas permite hablar de otra cosa (pues qué difícil alzar la mirada cuando te bajan a cada paso el suelo) no se escucha casi nada del cambio climático, no se habla ni siquiera ahora, en este noviembre de verano. Pero poco ha cambiado el problema del clima durante esta larga crisis, es más, ha empeorado, pues al no estar en primera línea se aceleran los síntomas; cuando nadie mira la avaricia no tiene forma de pararse y crece, desmesuradamente, empequeñeciendo el mundo. Hay gente que duda del cambio climático, será porque siempre le sonríe el sol y la suerte. En cualquier caso cambie o no la tempura en el planeta, está claro que hay un calentamiento global, que pregunten en Siria, por ejemplo, a los más de 110.000 muertos de los que nadie responde. El mundo está ardiendo, la gente está que arde, y los que provocan todos los incendios sacan pecho de bombero en sus yates.
Mal vecino Occidente, al que todos le piden que mejore la música o baje el volumen, pero tan fuerte la tiene puesta que a nadie escucha, que nada oye y baila su locura taconeando sobre un mundo que cede por la otra parte del escándalo.

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