A los inmigrantes que perdieron todo lo que tenían hace dos semanas en Lepe por un incendio que arrasó su campamento de chabolas solo les ha hecho falta su ayuda mutua para volver a levantar lo que llaman sus "casas", que ha resurgido de sus cenizas como un Ave Fénix de cartón y plástico.
Un campamento que, además, cada vez es más grande, y que ya forma parte del paisaje rural que se puede ver por cualquier persona que transite por la nacional 431 a su paso por el municipio, acuda a practicar deporte al estadio donde juega el CD San Roque o vaya a recordar a sus seres queridos al cementerio local, en cuyas inmediaciones se encuentra.
Y es que, como explica a Efe Maullú, nigeriano que lleva un año en este asentamiento, "el incendio nos quitó todo lo que teníamos, pero seguimos sin tener a donde ir, así que hemos vuelto", y ha vuelto precisamente al mismo lugar donde estaba su chabola levantada, aunque otros han optado por huir del olor a ceniza que aún queda en la zona, a pesar de los días que han pasado y de la lluvia que ha caído desde entonces.
No obstante, sobre la ceniza quemada se ha levantado una decena de chabolas, mientras que el resto se ha dispersado por el perímetro del campamento, que ya ocupa, aproximadamente, una extensión similar a dos campos de fútbol.
Sobre el terreno no da la impresión real de su enorme extensión, pero Mari Angeles, un ama de casa que vive en un edificio cercano, lo ve cada día desde el balcón de su tercera planta, "y es increíble como viven esas personas, y como nosotros nos quejamos de los problemas que tenemos".
Desde su balcón se aprecia el bosque de cartón y plásticos que se confunde con las plantaciones de naranjos de la zona, y se ve también como algunos han tenido la "suerte" de poder levantar sus chabolas cerca del muro del cementerio, lo que les da cierta protección del viento, que solo este fin de semana sopla con rachas de 90 kilómetros por hora en la provincia.
Sin embargo, solo el fuego ha podido con las chabolas, que el vendaval de hace un mes ni siquiera las torció, "porque le damos una base profunda, como si fueran cimientos, y la madera que usamos para hacer la estructura la entrelazamos con cuerdas y pequeñas ramas, y así aguanta bien".
Quien lo explica en el mismo campamento es Rakjad -nombre ficticio que pide a Efe que se dé- "porque soy ingeniero, y mi familia en Ghana cree que trabajo en un despacho", que añade, además, que dotar a las chabolas de plástico no es baladí, "y si quieres ven a pasar aquí una noche de fuerte lluvia, y verás que no entra nada de agua, porque el plástico, bien colocada desde los cimientos, nos protege de eso".
El problema es en verano, "cuando dentro de las chabolas estamos solo el tiempo justo para dormir durante la noche, porque de día es imposible".
En esta situación se encuentran unas 80 personas de las 130 que fueron desalojadas por el incendio, ya que algunas han sido acogidas en unas viviendas de una ONG llamada CEPAIM en la vecina localidad de Cartaya, con el compromiso de que estén allí durante tres meses, otros han conseguido alquilar un piso entre todos, y del resto nadie sabe nada.
"Algunos salieron corriendo con una mochila el día del incendio cuando vieron a la Guardia Civil, porque no tienen documentación, y no han vuelto ni nadie sabe nada", explica el mismo portavoz, que cree que "habrán visto en un cibercentro en internet que en algún sitio se precisa mano de obra barata y se han ido, porque aquí todo está muy complicado".
El quid de la cuestión lo añade AlHamad, un ghanés que explica que "alguien tiene ser listo y pensar que si llevamos aquí, algunos, cuatro o cinco años es porque tenemos lo justo para vivir, y eso es porque a veces nos dan 20 euros por trabajar un día entero, y con eso tiramos adelante un tiempo", lo que es aseverado, entre el lamento y el agradecimiento, por el grupo de una decena de hombres que le rodea.