Si algo he aprendido de los políticos desde que tengo uso de razón es la sonrisa. Porque es lo único que hacen aun cuando las cosas van mal: sonreír. Es lo único que hacen, pero no sé si bien o mal...
Si algo he aprendido de los políticos desde que tengo uso de razón es la sonrisa. Porque es lo único que hacen aun cuando las cosas van mal: sonreír. Es lo único que hacen, pero no sé si bien o mal. A veces se descojonan. Pongamos un ejemplo. Cuando se hacen las famosas fotos en la puerta de la Moncloa porque han quedado para solucionar un problema grave, o firmar un acuerdo de suma importancia, sonríen. Más son las veces que se desternillan. Cuando salen del Congreso luego de haberse dado una manta de palos verbales también se parten de la risa. Cuando acaban de responder una pregunta sobre la ruina de algún español (véase el programa Tengo una pregunta para usted) también esbozan una flamante sonrisa del aquí no pasa nada. Que tenemos una crisis del carajo y la peña está en el paro, otra sonrisilla más. Es alucinante cómo la peña política se descojona por todo.
Hace tiempo, muchos años, oí a alguien que dijo que cuando nacimos todos sonrieron al vernos y nosotros llorábamos. No sé si el llanto era el presagio de la que se nos venía encima o si es que estábamos inacostumbrados al exterior del vientre materno. Lo cierto es que últimamente lo único que de verdad merece la pena es reír. Reírse de todo, hasta de nosotros mismos. Una sonrisa enriquece a quien la recibe sin empobrecer a quien la da. Al menos eso dice un proverbio popular. Nadie es tan pobre (dice también el populacho) que no la pueda dar. Así que los políticos no desisten y a cada frase que pronuncian o apretón de manos que dan o en cada foto que se hacen para vender la burra, estiran los labios y chac, una sonrisa gratis para el pueblo agobiado. Es lo mejor.
Se dice tanto sobre la sonrisa que no sé si los políticos se han aprendido todas las frases o es que ya, desde su nacimiento, la venían dibujando en su rostro como algo congénito. Inspira, la sonrisa, sentimientos profundos de amor, de ternura, alegría, felicidad… me pregunto si todo esto lo guardan los políticos en su interior o es que se trata de las falsas sonrisas. Porque sobre esta parte también se dice mucho. Por ejemplo que últimamente aparecen falsas sonrisas por todas partes. Que vivimos en un mundo de simulación y que el auténtico valor de la vida se lo damos al dinero, y que lo verdaderamente importante, que además es gratis, lo dejamos a un lado a cambio de simular alegría, una sonrisa de verdad. ¿Será que los políticos saben esto y ríen de mentirijilla? Seguro que sí. Porque político sincero existen… existen… existen algunos. No sé, un par de ellos o tres. Algo debe de haber por ahí. Igual que políticos honrados, que no se llevan los trajes de nadie y que no se dejan comprar por los del ladrillo. Pero volvamos a la sonrisa. A veces pienso que esto de la vida pública, o de la política, es puro mercadeo y espectáculo. En nada se parece a la voz, la vida y las necesidades de la gente. Esto de la sonrisa de los políticos debe ser algo así como decirle a la peña que todo va bien sin decírselo. Que todo se va a solucionar sin que se busquen soluciones y que todo cuanto nos está pasando es lo normal y que ellos, los que piden nuestro voto cada cuatro años, no tienen nada que ver con el asunto. E intentar convencernos que lo que nos imponen es justo lo que necesitábamos para salir del atolladero sin acabarnos de sacar. Que nunca, por ejemplo, llegaríamos a los cuatro millones de parados y ya los superamos, que las crisis son así y que nosotros tranquilos. A sonreír, coño, que pa eso tenemos boca. Para todo menos para hablar, claro. Con lo que los políticos dicen a diario por aquí y por allí, ya tenemos bastante. Con que sean ellos los que sonrían cada día en los telediarios y en las fotos de los periódicos, ya es suficiente.
Con todo, me sigo preguntando cuán sincera serán esas sonrisas políticas. Un experimento on line que se hizo en Gran Bretaña, coincidiendo con el Festival de la Ciencia de Edimburgo, tuvo por objetivo desenmascarar las falsas sonrisas. Participaron miles de personas, que pusieron a prueba su capacidad para impostar sus gestos. De todos los participantes, las mujeres detectaron el mayor número de sonrisas falsas. No estaría nada mal (ya que ellas revelan mejor a los impostores) que observaran con más atención los telediarios y no señalasen quién o quiénes mienten mejor, es decir, ríen peor.