Este nuevo año 2016 va a ser de los que recordaremos quizás como uno de los peores vividos en democracia. Va a ser un año turbio, espeso, alterado, travieso, intrincado, reversado, difícil de entender y, en definitiva, revuelto sin orden ni concierto, como si fuera un revuelto de gambas o de espárragos… aunque este más bien sería de políticos incoherentes, ególatras y partidarios de las siglas que representan, dejando al margen el pueblo que el pasado 20 de diciembre depósito su confianza en las urnas.
Un pueblo al que ellos llaman ‘soberano’ pero que dejan tirado por tierra, menospreciando su autoridad e independencia. Si realmente fueran demócratas, acatarían el mandato de los votos y formarían un gobierno plurivalente y proporcional al número de escaños obtenidos… pero sé que esto es una utopía que solo pueden pensar los que están fuera del partidismo egoísta y, por tanto, no ven al rival político como un enemigo al que hay que eliminar.
Esta es mi visión de los hechos y la predicción de un futuro nada halagüeño que nos puede llevar a una nueva convocatoria electoral, tal como posiblemente suceda en Cataluña donde la repetición de elecciones está a la vuelta de la esquina.
La próxima semana tendré ocasión de poder confirmar o negar mis presentimientos, aunque el no acertar sería un desastre para los catalanes y para el conjunto de España.
Años revueltos con grandes juicios en el tintero, por fin se celebran, contra tanto sinvergüenza surgido en esta última legislatura.