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Gente, lugares y tradiciones

¿Cuántos habitantes tenía Jerusalén? (2)

El censo de 1830 reveló que Jerusalén tenía 15.000 habitantes, un tercio de los cuales vivía fuera de la muralla

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En 1830 se realizó un censo en Jerusalén. Solamente existía la parte amurallada y aproximadamente un tercio más fuera de la muralla, pues ésta había perdido ya su razón de ser. El censo arrojó que la ciudad tenía 15.000 habitantes, lo que significaba que dentro de la muralla vivirían unas 10.000 personas. Ahora bien, para 1830 muchas de las casas eran de dos y tres plantas y las ocupaban varias familias, aunque también se conservaban casas unifamiliares de una sola planta. Si las casas hubieran sido todas de una sola planta, Jerusalén no habría tenido 10.000 habitantes dentro de la muralla. Como mucho habría tenido la mitad, 5.000 habitantes.
Así pues, unos 5.000 habitantes ocuparían Jerusalén tanto en el siglo I como en los tiempos de Nabucodonosor, dado que todas las viviendas eran casas matas destinadas a una sola familia y además la ciudad tenía menos de un kilómetro cuadrado de extensión. Más de 5.000 habitantes no habrían cabido en Jerusalén, a excepción de cuando en las fiestas acudían varones de otras localidades, con lo que, evidentemente, los hospitalarios ciudadanos tendrían que tratar de acomodarse con grandes estrecheces.


El profeta escribe en Jeremías 52:28-30 que el número total de los hierosolimitanos que Nabucodonosor se llevó al destierro en tres tandas fue de 4.600. Como es evidente que algunos murieron en el asedio y otros, muy pocos, fueron dejados en la tierra para atender las cosechas, es de lógica concluir que el número de habitantes de la ciudad apenas sobrepasaría las 5.000 personas. Posiblemente las personas que se quedaron en Jerusalén fueran las más ancianas, de unos 75 años para arriba, las cuales difícilmente serían útiles en Babilonia, aparte de que no soportarían el largo trayecto a tan lejana tierra. Tampoco se deportaría a algunas mujeres estériles de edad aún vigorosa, digamos de 60 años en adelante que pudieran dedicarse a los cultivos de la tierra.  


En tiempos de Nabucodonosor pudieran estimarse unas 500 casas en Jerusalén, a razón de 9 y 10 habitantes por casa, dentro de las murallas. Hemos de contar con que el palacio real albergaría también a varios sirvientes. En cuanto a la cuestión militar, Jerusalén no tenía ejército, ya que eran los propios ciudadanos los que se prestaban a defender la ciudad.


Los habitantes se dedicarían por lo común a las labores hortícolas y pastoriles en los campos adyacentes. Sin lugar a dudas habría grandes cobertizos dentro de la ciudad para las ovejas, que salían a pastar por la Puerta de las Ovejas. Habría también otros extensos cobertizos y almacenes de heno para los centenares o millares de toros destinados a los sacrificios en el Templo. El Templo y sus patios ocuparían también su buena parte de terreno. Lo mismo el palacio real con sus caballerizas y carros. Asimismo la plaza del mercado tendría cierta solemne extensión. Los ciudadanos ocuparían igualmente locales donde ejercer sus menesteres profesionales. Habría guarnicioneros, alfareros, carpinteros, caldereros, broncistas, leñadores, albañiles, orfebres, panaderos, colmeneros, vendedores de telas y de productos alimenticios… Y todo ello dentro de una extensión inferior a un kilómetro cuadrado, dentro la inmensa muralla protectora.


Jerusalén sería la mayor de las poblaciones de Judá. Le seguiría Jericó. Las demás poblaciones serían poco más que aldeas, algunas de las cuales no alcanzarían los 100 habitantes. Hay autores históricos que estiman que en toda Judá podría haber un máximo de 75.000 personas en los tiempos de Nabucodonosor, y aún así parecen ser muchas. A juzgar por los probables 5.000 habitantes de Jerusalén y otros pocos miles de varias ciudades más pequeñas, el total de judaítas de aquel tiempo no llegaría en realidad a los 50.000. Es evidente que los historiadores nos han transmitido cifras demasiado infladas y hoy día tendemos a pensar en millones de hebreos desde los tiempos de la salida de Egipto, tal como narra la Biblia, que es más un relato moral que histórico. Lo cierto es que histórica y arqueológicamente no está documentado el Éxodo.
Samaria, la auténtica Israel, habría tenido muchos más habitantes, ya que era una tierra fértil y de vegetación exuberante, lo contrario de la desértica Judá. No ha de pasarse por alto que muchos habitantes de Jerusalén eran descendientes de samaritanos que se refugiaron en las tierras de Judá al huir de la persecución de los asirios en el año 722 a.e.c.


Surge una pregunta: Si en el siglo primero Jerusalén tenía más o menos los mismos habitantes que en tiempos de Nabucodonosor, ¿significa que no creció la población? Por supuesto que creció. No así la ciudad, que no podía extenderse estando dentro de las murallas. Entonces, ¿cómo es que creció la población humana, pero seguían contándose 5.000 habitantes en Jerusalén siglos después? La respuesta está precisamente en el crecimiento humano.
Cada una de las casas de Jerusalén estaba habitada por el matrimonio y varios hijos, estos últimos seguramente en número superior a cinco. Cuando los hijos se casaban, mal podían acomodarse en una nueva casa en Jerusalén, ya que todas estaban ocupadas. Los hijos que se casaban formaban por lo general su hogar fuera de la ciudad, en otra población no amurallada o bien construían en pleno campo y formaban nuevos pueblos. Así fueron extendiéndose las poblaciones fuera de Jerusalén. Crecía la población en los campos, mas no en la ciudad amurallada, o al menos no lo suficiente. El crecimiento implicaría el derribo de parte de la muralla para acaparar terreno exterior. La casa de los padres en Jerusalén solía heredarla el hijo primogénito, que se quedaba a vivir en ella y también se hacía cargo de sus progenitores envejecidos. Ni que decir tiene que las casas, cuando acusaban gran deterioro, se derribaban y se reconstruían.  


Visto que la antigua Jerusalén apenas contaba con un kilómetro cuadrado de extensión y que tal kilómetro cuadrado estaría ocupado por el palacio real y sus caballerizas (con los carros), el Templo, los cobertizos para los toros que habían de ser sacrificados en el Templo (incluidos los almacenes de forraje), la plaza del mercado, las demás plazas y calles, los recintos para los rebaños de ovejas, los locales de los menestrales y más o menos 500 casas unifamiliares; y dado que Jeremías habla de que 4.600 personas fueron llevadas al exilio y que muy pocas quedaron en Jerusalén para atender los cultivos, hemos de deducir que Jerusalén no tendría más de 5.000 habitantes, al menos en tiempos de Nabucodonosor; pero que en el siglo I vendría a tener los mismos habitantes, ya que los jóvenes que se casaban se obligaban a fundar su hogar fuera de la gran ciudad. (Fin de los dos artículos).

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