Cristina reparte ilusiones millonarias

Publicado: 12/12/2016
En el 2014 Cristina Bellido Vázquez recibió el Premio de la ONCE a la mejor vendedora del año
Fue su cuna la tres veces milenaria Cádiz, donde el templo de Melkart esplendía en la antigüedad y donde hoy estalla la algarabía de los carnavales, los más pintorescos de España. Un buen día, hace veintisiete años, decidió venirse a Torremolinos. Aquí reside con su familia y es muy querida por cuantos la conocen. Se llama Cristina, Cristina Bellido Vázquez. Ella sabe ganarse amistades duraderas. Tiene empatía y carisma. Derrocha entusiasmo.


Sumamente atenta y sonriente, sin importar el frío, el calor o la lluvia, impertérrita en todo tiempo, sentada a su mesa plegable llena de apetecibles papeletas que llevan estampados los números de la alegría, vende cupones de la ONCE a la puerta del BBVA, en la Plaza Costa del Sol. Trece años de profesión le dan plenas garantías.


Su asidua clientela, no escasa, la tiene presente día a día, esperando de la suerte la mejor de las sonrisas. Cristina viene a ser una especie de reina maga en toda época del año, una genuina mediadora de la diosa Fortuna. Más que cupones, vende esperanza. Reparte animosa el optimismo de un sueño inagotable.


Cristina es todo un personaje en Torremolinos, hoy pueblo de sus amores, además de su natal Cádiz. En sus trece años como agente de ventas de la ONCE ha repartido no pocos sustanciosos premios, entre ellos uno de 35.000 euros. En el 2014 recibió merecidamente el Premio de la ONCE a la mejor vendedora del año. Su mesa es de las más concurridas del municipio y muchos conocidos y amistades paran en ella para saludarla y de paso aprovechan para comprarle el cupón del día. Para todos tiene Cristina amables palabras y la más sincera de las sonrisas.


Como broche de oro, insertamos el soneto titulado ‘La vendedora de cupones’, que escribe y dedica a Cristina el torremolinense poeta Jesús Antonio San Martín y cuyos versos alegran una página de su cuarto libro de poemas, ‘Málaga me quema dentro’.


Reza el poema: ‘Cristina es su nombre, vende cupones / de la Once junto al banco, en la plaza; / dulce su voz, sin de malicia traza, / reparte una esperanza de millones. / Risueña, inmersa en pozos de ilusiones, / fantasía con realidad enlaza: / la vida es juego que nos amordaza, /  que marca el rumbo de los corazones. / Dispensadora de alegría es ella, / del país del ensueño embajadora, / de un mundo ceniciento el hada bella. / Servicial, de mirada encantadora, / brilla en la plaza cual si fuera estrella / desgajada del manto de la aurora’.

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