Hay un tipo divertido que creó una religión a partir de un escurridor de pasta. La creencia es siempre así, diversa. Pero las agresiones sexuales no son creencias, ni el Código Penal tampoco. Son las tipificaciones de la mente las que nos hacen ver por la calle a gente que ha delinquido y sin embargo están libres.
Son argucias de abogados, pero sobre todo el peso de la duda que corroe a los que piensan que las mujeres somos baliza de emergencia cuando las carnes están al rojo vivo. No les asalte la vergüenza porque la lleva implícita, que es más fácil deleitarse ante una iraquí sin túnica que la guarde que ante una española diciendo “no es no”, en una casapuerta. La piel de toro es lo que tiene que estamos muy mal acostumbrados por la Inquisición que veía brujas lascivas por todas partes, en esa España negra de ropajes hasta el cogote y la honra solo para nosotras. Por eso mismo el que mató a su novia con un martillo, salió y volvió armado con otro a por la nueva novia en el permiso carcelario. Estos dicen que no, que la chica agredida está a más de 500 kilómetros y que no hay peligro. Me quedaría más tranquila si les hubiesen demostrado que la Ley se cumple, que no se pude vulnerar la integridad de una persona porque quieran meterla y que ir contra ello se paga con residencia pagada por el Estado. Pero es como cuando te cogían el culo en el bus de mi adolescencia y el tío encima se hacía el digno y te daba vergüenza decirlo en casa porque pensabas que no solo no te iban a creer , sino que además te dirían que era tuya la culpa.
Porque la culpa siempre fue nuestra por eso de la manzana, el pecado original y la madre que parió al diablo que también fue una de las nuestras. El mundo no se divide entre nosotras y ellos, sino entre justos y marionetas, porque ellos lo son con testosterona en vena, con penes compartiméntales mirándose unos a otros, cíclopes tatuados que solo ven en una mujer un sinónimo de agujero. Se ha dicho de todo intentando catalogarlo cuando no hay más nombre que el de impíos para alguien que mira por él, luego por él, hasta la saciedad.
Lo del abogado también tiene nombre propio, el de muchos que piensan lo mismo respecto a jovencitas que salen solas y se dejan acompañar por extraños, los mismos que son padres de jovencitas que para ellos son diferentes, porque las suyas siempre lo son estableciendose una regla invisible que nos separa a unas de otras en una araña de machismos expresos. Cuando una mujer cae miran para otro lado porque les gustaría darle dos yoyas a la suya pero la Ley- ahí sí- es implacable porque ya se ha derramado bastante sangre.
Cuando la Quer salió sola de la feria no estaba sentenciada, solo lo estaba cuando el “Chicle” la vio como un trofeo de caza. Siempre he pensado que la chica de 18 tuvo mucha suerte de que no la mataran, porque estos cazadores transmutan sus oficios de violadores (agresores en términos jurídicos) a asesino solo se les vaya la olla por un micro segundo. No sé qué hubiera pasado si se resiste con uñas y dientes, porque eran mayoría cualificada para sacar adelante lo que quisieran. No me importa si había un líder o compartían cerebro entre todos, me jode que estén tan tranquilos como usted o yo y que se paseen por nuestras calles. La machería debe estar que gozosa porque las normas se han decantado convirtiéndose en sangre ácida. Para la víctima ha sido un calvario, para ellos una parafernalia. Esto nos da razones de por qué muchas no denuncian violaciones tras una noche de marcha o lo difícil que es que te crean cuando tu propio marido es el que te ha violado. Cuando yo lo escuché comentar a una amiga sobre la madre de otra ni siquiera podía creérmelo. Porque el tío del autobús sigue ahí inmortal con la savia machista que alimenta la negra piel de toro, perpetuándose en su miseria.