Cobran ahora un protagonismo inusitado debido al papel clave que juegan para garantizar el abastecimiento de alimentos
Al contrario que los profesionales del sector salud, acostumbrados a encontrarse bajo los focos en situaciones de alerta sanitaria, cajeros de supermecados y reponedores cobran ahora un protagonismo inusitado debido al papel clave que juegan para garantizar el abastecimiento de alimentos.
La crisis ha colocado al supermercado bajo el foco, y con ello al personal empleado en sus tiendas, un colectivo formado por cerca de 400.000 personas en España -repartido en cerca de 23.000 puntos de venta- y que desarrolla una actividad convertida en fundamental para evitar la histeria y el pánico.
El reconocimiento y el prestigio social de los médicos y el resto de los trabajadores sanitarios contrasta con la escasa relevancia que se le suele dar a los profesionales del "súper", cuyos sueldos varían de forma notable entre compañías; en un informe de Infoempresa de 2015 se apuntaba a un salario anual bruto que podía oscilar entre 12.000 y 32.000 euros en función de la empresa y el puesto.
"Tenemos un montón de trabajo, nos llega el doble o el triple de kilos estos días y que tenemos que colocar nosotros (...) Estamos echando todos horas extra", explica en declaraciones a Efe bajo condición de anonimato la empleada en una de las mayores cadenas del país.
La trabajadora admite -tal y como confirman fuentes sindicales- que la preocupación entre la plantilla era máxima la semana pasada, cuando los supermercados registraron una afluencia de clientes muy superior a la habitual a medida que el grado de alerta por la propagación del virus se disparaba.
"Hemos tenido miedo por volver a casa y contagiar a nuestra familia", explica.
Las aglomeraciones parecen haber remitido con las restricciones puestas en marcha por los supermercados desde ayer lunes, que incluyen de forma generalizada limitaciones de horario y de aforo, así como señales visuales que garanticen la separación entre un cliente y otro a la hora de pagar en caja.
Además, también hay firmas que sólo permiten acceder de forma individual a los clientes y otras que han limitado el número de unidades que cada comprador puede adquirir de un mismo producto.
Igualmente se han reforzado las medidas de protección e higiene a los empleados -guantes, geles desinfectantes, etc.-, e incluso algunas cadenas ya han facilitado y permiten el uso de mascarillas.
A primera hora de este lunes, cuando entraron en vigor las limitaciones de aforo, era fácil percibir tensión tanto entre los consumidores que hacían fila -con discusiones por entrar antes pese a que la cola era corta- como entre el personal de un centro en el norte de Madrid.
"Nos ha dicho una clienta que es médico que es mejor no utilizar pendientes, para no tocarlos", comentaba una cajera con otra a modo de confidencia.
La elevada carga de trabajo también afecta a la parte logística: los ayuntamientos han flexibilizado las horas de carga y descarga en las tiendas, y tanto en almacenes como en las empresas de transporte se ha reforzado el personal para atender la demanda.
"Una parte de la gente que está en logística puede trabajar desde casa, pero el personal de tienda y almacén es imprescindible que acuda presencialmente", apunta otro trabajador del sector.
"La gente se volvió loca, triplicamos ventas, fue algo salvaje", constata el responsable de una tienda localizada en una zona costera, quien insiste en el mensaje que han mandado tanto las autoridades como las patronales del sector: "No va a haber desabastecimiento".
Recuerda que los establecimientos reciben camiones "todos los días", por lo que "no tiene sentido" que algunos compren "ocho bandejas de pollo para una sola persona... y lo del papel higiénico también es incomprensible".
Fuentes sindicales apuntan a que algunas empresas ya están reforzando sus plantillas para atender el pico de demanda, entre ellas el grupo DIA, que ya ha publicado decenas de ofertas en diferentes puntos del país.
Además, destacan que el "momento pánico" entre los consumidores también parece haber quedado atrás, por lo que confían en que no se produzcan más avalanchas.