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“Una cosa es el arte y otra el mundo del arte”

Mike England es pintor y expondrá en la capilla de La Misericorida el próximo abril

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  • Mike England. -

Como ni él habla castellano ni yo inglés resulta que nos liamos, nos confundimos, y yo me fui a esperarlo al estudio del pintor Durán, en el mismo borde de la Peña, cuando al parecer habíamos quedado en el palacio del Mayorazgo. La verdad es que no me causó ningún perjuicio, más bien al contrario: gracias a la confusión pasé un rato agradable viendo trabajar a Durán en unos grabados. Me gusta asistir a la creación, a la obra en marcha, y estaba muy a gusto allí, entre cuadros a medio hacer, cachivaches de todo tipo y olor a no sé qué mineral que me recordaba a mi infancia.
Pero claro, había que hacer la entrevista, así que deshecho el malentendido me subí al Mayorazgo. Mike England, el pintor Mike England, venía esta vez asistido de Jazmín Cuenya, una joven argentina de ojos soñadores que no dejaron de aturdirme deliciosamente durante toda la entrevista. Jazmín iba a ser nuestra traductora, iba a tender un puente entre nuestros dos idiomas, y aquí está lo que hablamos:

¿Puede darme su opinión sobre la pintura inglesa actual?
—Verá. En la pintura no hay fronteras. La pintura es global, de todo el mundo. Yo distingo, de todas formas, dos cosas: una cosa es el arte y otra el mundo del arte.
¿Y en qué se diferencian?
—El mundo del arte está mediatizado por el dinero, convertido en un puro mercantilismo, y el arte es la vida, el sentido de la vida. Esa es la diferencia.
De todas formas, reconocerá que hay una pintura veneciana, una española y, claro, una inglesa, ¿no?
—Claro que sí. Hay una manera de ser inglesa, y por tanto una manera de pintar. Es la expresión de la cultura, que tiene que ver don la historia, con el medio ambiente, etcétera.
¿Cómo define su pintura?
—Desde los dieciséis años yo sabía claramente que la poesía iba a ser mi vida, que era mi camino y mi proyecto. Antes de esa edad ya sentía algo, pero no estaba muy seguro, era sólo un niño. Pero a partir de esa edad tuve claro que sería pintor.
Muy bien, ¿pero cómo es su pintura?
—A primera vista, y desde fuera, puede catalogarse de abstracta, pero vista desde dentro, desde donde yo pinto, desde el yo que soy, me parece una pintura muy clara, muy literal. Yo veo el mundo así, como mi pintura. Pero sí. Si necesitamos catalogarla podemos decir que es abstracta. De todas maneras es como tratar de definir qué es el amor. ¿Qué es el amor…?
Pero antes del abstracto hay que haber pintado mucho, ¿no es verdad?
—Sí, sí. Hay un largo camino. (Aquí se ríe abiertamente y Jazmín me explica que es porque no está, dice, acostumbrado a preguntas tan directas). Mi trabajo trata de lo dual, se mueve entre la mente y el espíritu.
Pero la pintura es carne, es textura…
—La pintura es expresión. Si fuera músico yo expresaría con música lo mismo que expreso con la pintura. Pinto para encontrar una verdad, como tú cuando escribes. Digo una verdad, no la verdad. La verdad quizás es demasiado…
Este mes de abril, del ocho al veintitrés, expone usted en la capilla de la Misericordia. ¿Qué espera de esta exposición?
—Nada. Si no hay expectativas no hay decepciones.
(Ahora soy yo quien ríe abiertamente, noqueado por una respuesta tan contundente. Cuando me repongo sigo preguntando).  Pero todo artista quiere saber qué piensan de él, ¿no lo ve así?
—Bueno. Yo tengo una página web en internet: wwwmikeengland.co.uk. Ahí pueden ver mi obra. Ahí hay una naturaleza de mi obra. El arte de la pintura es antiquísimo, y cada generación lo recrea buscándose como especie. Cuando más pinto más difícil me resulta categorizar, decir esto es esto…
¿La pintura tiene un componente mágico, tribal, religioso…?
—Evidentemente. Todo influye. Todo tiene un efecto en lo que somos. El conocimiento de nuestra historia tiene un efecto. Nuestra labor es absorber y rechazar. Pero hay que saber rechazar para saber absorber, para que nos sea provechoso.
¿Es usted un pintor de superficies o de densidades, de gravideces, de lo patente o de lo latente?
—De ambas modalidades. Tanto lo superficial –patente- como lo oculto –latente-, porque no se puede separar esa realidad global. No se puede separar el cuerpo del espíritu. La realidad es un todo: superficie y hondura. Una moneda tiene dos lados, necesita dos lados para ser una moneda. Pero los seres humanos somos amigos de parcelar, de ver sólo uno de los lados. Esa es la verdadera guerra.
¿Qué piensa de la pintura de Arcos?
—No conozco a muchos, pero creo que el pintor José Manuel Durán es único. Es particular porque su espíritu es la curiosidad. Arcos es una sociedad tradicional, acoge a muchos pintores por su belleza, pero ya digo que Durán tiene algo diferente. No quiero criticar nada, por supuesto. En pintura no hay correcto o incorrecto; todo tiene su lugar. Todos tenemos derecho a estar aquí.
Pero hay pintura buena y pintura mala, ¿no?
—Evidentemente.
Tengo entendido que quiere usted hacer una incursión primera en el grabado. ¿Estoy en lo cierto?
—Sí. Como  voy a exponer en la Misericordia estuve en el local y me fijé en los siete pilares que soportan el edificio. El siete me pareció un número mágico y quiero hacer unos grabados, algo muy literal, que explique los siete estados del hombre, que imagino paralelos a los de la cruz, como si fuera un vía crucis. Esta era la forma de enseñar historia y religión a la gente, mediante imágenes.
¿Quiere explicar algo que yo no le haya planteado?
—Bueno. En la pintura tiene que haber ingredientes: belleza, autenticidad, estética. La pintura tiene que ser universal, global. La pintura tiene que servir para que la gente se confronte con ella misma, que mirando a un cuadro se vea y se inquiera a sí mismo. Ojalá con mi exposición pueda transmitir calor, cercanía y amor, porque al fin y al cabo eso es lo que el mundo necesita.

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