Septiembre se ha presentado como un revulsivo que pone patas arriba todo lo que ya estaba organizado. Septiembre le pone las pilas a todo el mundo, pues aunque muchas personas mantienen los propósitos para el nuevo año, septiembre se ha convertido en nuevos comienzos, ya que todo se inicia ahí.
Como decía el gran Juan Carlos Aragón, septiembre devuelve a los niños y niñas a la escuela. Nos guste más o menos, supone tranquilidad para la conciliación familiar, pero sobre todo, para la tranquilidad mental de los padres y madres de nuestra sociedad. Además, brinda alivio a tantos abuelos y abuelas que han tenido que cuidar a sus nietos para que sus padres pudiesen trabajar, porque pensar en una conciliación familiar real es irrisorio. Y más en nuestra localidad, donde permiten que un campamento de verano finalice a finales de agosto, dejando varias semanas interrumpidas para la vuelta.
Septiembre es volver a una rutina maravillosa que se inicia mientras se va disipando la claridad del sol, dando paso a los rayos más anaranjados del otoño.
Es tranquilidad, aunque también madrugones. Es oscuridad, pero también belleza. Es lluvia, pero también calma. Es aprendizaje, aunque también dificultad.
Con septiembre vuelven las prisas para hacer todo, pues mientras hace unas semanas parecía que nada era urgente, con la llegada del séptimo mes del calendario, las prisas por hacer, vuelven.
La normalidad vuelve de nuevo a nuestro pueblo. Ahora puedes aparcar cerca de casa sin tener la necesidad visual de ver tantísimos coches por encima de las aceras. Vuelve el disfrutar tranquilamente por las calles de nuestro pueblo y, sobre todo, volvemos a disfrutar de la playa sin la extrema necesidad de tener a otra persona a menos de dos metros. Septiembre nos devuelve nuestro Barbate.
Quien me conoce, sabe que septiembre me vuelve loca. Amo la rutina. Adoro la planificación. Disfruto con el frío y la lluvia, pero sobre todo, disfruto de todas las festividades que nos quedan por pasar, porque cada trimestre tiene sus preciosas historias, siempre que quieras que sea así.
A septiembre lo esperaba como agua de mayo, y en este caso, no por volver a seguir ideando, creando y llevando a cabo proyectos, sino que lo esperaba para recibir a nuestra Amalia.
Ella, como buena hija de mi Goretti, tenía que venir al mundo en su día por excelencia, el siete, y tenía que convertir septiembre en más especial, si cabe, para mí. Bienvenida a la vida, mi Amalia, no sabes la suerte que tienes de tener la familia que tienes.
¡Septiembre, a ti también te doy la bienvenida, y recuerda: los imprevistos con cambios no me gustan!
