Elegía

Publicado: 03/03/2014
Ocurrió. Es injusto y si hay, ya sea en los cielos o en los infiernos, algún dios, también sabrá que es injusto. ¿Acaso no le importan los años? ¿Acaso tiene sentido bombardear con la muerte a un joven ahíto de futuro?
Vida perra, vida incomprensible, vida insensata. Vida que nos arrastra a un mundo sin ojos, sin oídos, sin garganta, sin luces, sin saliva, sin tacto, gusto, olfato, vida que un día nos mata. Vida que nos desgarra desde la piel hasta las entrañas. Vida cruel, hija de mil y una ratas, vida que nos pone contra la más fría espada y la más gélida pared. Vida, simplemente hay noches, horas, minutos en los que sencillamente pienso que te den, que así revientes y expulses bilis por cada uno de tus poros. ¿Acaso todo es ocaso? ¿Dónde está dios o los dioses? ¿Ha ganado la batalla el diablo? ¿Quién dicta quién se queda o quien se marcha, quién ejecuta las órdenes que nos impiden respirar?

Al alba un arco iris se hace con todo el colorido que emana de las gotas de una lluvia antigua. Al alba las aves agitan sus alas y desperezan el vuelo. Al alba llegan a sus oscuras cuevas una bandada de murciélagos. Al alba se dibujan infinitas nubes que cubren todo el horizonte. Al alba de un nuevo día nadie sabe qué ha ocurrido, y lo que es peor, nadie sabe qué va a ocurrir. Ocurren, las cosas ocurren y la mayoría de las veces es inútil preguntarse el por qué. Y la mayoría de las veces las voces que nos corroen el alma tan solo nos invitan a la humillante resignación. Al alba lo mismo ríes, lo mismo lloras. Al alba los dados están echados o están por echar. Al alba los dioses se enjuagan la boca con nuestros destinos. Al alba los dioses los escupen para que el desagüe haga su labor.

Vida y muerte que son hermanos de esos que no se pueden ver pero tampoco pueden estar el uno sin el otro. La vida y la muerte son como perros a los que acaricias hasta el maldito día en el que te muerden. Dentelladas de odio, de dolor, dentelladas de rabia, dentelladas de espuma y saliva. Dentelladas de hierro forjado en lo más hondo de nuestros corazones, dentelladas de hielo, dentelladas metálicas, dentelladas que nos dejan sin aliento. Lloro tu pérdida, lloro en silencio, lloro todo lo que significa tu ausencia, lloro por tu familia, lloro para mis adentros, lloro mientras ando, lloro mientras camino, lloro al alba y al ocaso, lloro mientras, qué remedio, sigo paseando por esta vida. Lloro porque no lo entiendo, de veras que no lo comprendo, os juro que como un analfabeto frente a un libro es como me siento. Te lloro, me lloro y les lloro.

Ocurrió. Es injusto y si hay, ya sea en los cielos o en los infiernos, algún dios, también sabrá que es injusto. ¿Acaso no le importan los años? ¿Acaso tiene sentido bombardear con la muerte a un joven ahíto de futuro? ¿Acaso ser bueno, trabajador, honrado y sencillo no son motivos para que nos acompañe la suerte para seguir, simplemente vivos? ¿Acaso era necesario abrir heridas que ni el tiempo cura a una de las mejores familias que jamás mis ojos han conocido? ¿Acaso dios se dedica a juegos malabares o tiene la inconciencia de un niño malcriado? Lo siento dios, si es que existes, esta vez te has vuelto a equivocar, has metido la patata, y no me digas desde cualquiera que sea tu púlpito, que no hay mal que por bien no venga. Olvídese, rey de reyes, hay días en los que sus actos me invitan más a pensar que allí arriba no hay nadie, y si lo hubiere, no tiene dos dedos de frente.

Arráncame las uñas. Clávame alfileres en las pupilas. Esta es mi mirada y ya está trabada, despojada y abandonada. Poco espero, eso sí, mientras tenga una pizca de fuerza en mis dedos, seguiré escribiendo palabras de consuelo, seguiré abrazando su dolor que ya es imposible de mitigar. Seguiré arrastrándome por el suelo. Seguiré sonriendo aunque no valga la pena. Es cierto, la vida sigue, pero no deja de ser perra, a pesar de sus arco iris, sus fuentes y sus noches de luna llena. Son muchos los que aquí te echamos de menos, Mario. Y a tu familia, bella como pocas, el más poderoso de todos los abrazos y el infinito cariño que recorre por nuestras venas.

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