Resulta aterrador escuchar en televisión opiniones como la de la periodista Paloma Cervilla, que literalmente aseguró que “una familia es padre, madre y niño. Y que un niño tenga dos padres me parece hacerle un daño tremendo a un menor”. Todo, a cuenta del audio de una maestra jerezana viralizado en redes sociales que informaba a los padres y las madres de que este 19 de marzo se celebraría el día de la persona especial para evitar herir sensibilidades en aquellos niños que, por cualquier circunstancia, no pudieran celebrar la fecha. No tengo el gusto de conocer personalmente a Cervilla, pero imagino que debe ser de ese tipo de señoras que te dan un buen repaso de arriba a abajo cuando compartes ascensor, entrecerrando uno de los ojos, apretando los labios, inclinando hacia atrás ligeramente la cabeza, sacudiéndole levemente si no vistes, calzas, llevas un corte de pelo homologado según sus reglas del buen gusto, desaprobando que te beses con tu pareja en un espacio público, que te rías, que muestres que estás contento. Lo digo con el mismo respeto con que dijo que respetaba a los homosexuales que quieran adoptar para, a continuación, asegurar, con la delirante seguridad del terraplanista militante, que “no se puede decir que todos los niños que tienen dos padres están muy contentos con eso porque no es así”. Las opiniones de Cervilla entroncan con la más rancia herencia envenenada del nacionalcatolicismo que hizo muy infeliz a varias generaciones en España. Porque los postulados extremistas de la religión, sea cual sea, dado que acaban tocándose, e ideológicos restan libertad, te inoculan la culpa y el miedo y el odio en el torrente sanguíneo, de modo que te endurecen el corazón y el seso, primero, y luego, te los pudren.
La conquista de derechos civiles en los últimos 40 años ha costado sangre, sudor y lágrimas. Hasta la Constitución Española de 1978 no se permitía a una mujer abrir una cuenta corriente en España sin permiso del marido. Hasta ese mismo año, el adulterio fue considerado un delito en el Código Penal franquista. Hasta junio de 1981 no se aprobó la Ley del Divorcio en el Congreso de los Diputados con, ojo, 128 votos en contra. En 1985, la ley del aborto reguló una práctica que, de manera ilegal, constituía un riesgo serio para la salud y la autonomía de las mujeres. Y hubo que esperar a 2005 para que las personas del mismo sexo pudieran casarse. Lo siento por Cervilla, pero la sociedad española es lo suficientemente madura como para no dar un paso atrás. La polémica en torno al Día del Padre a raíz del audio no va a servir para reclutar en sus filas a nuevos militantes. En el otro lado del espectro político-ideológico-dogmático, con el chico, chica y chique, tampoco van ganando la batalla cultural. La tolerancia y el sentido común acabarán venciendo. Esto no va de valores y tradiciones, sino de equidad y justicia social, de libertad de elección del tipo de familia que uno quiere sin que eso suponga pérdida de derechos. Que no se puede penalizar el amor, básicamente, aunque sujetos como Cervilla nos quiera mandar a todos al psicólogo por (qué espanto) no vivir como ella.