Donde antes reinaban los turrones, las panderetas y, por supuesto, sus Majestades de Oriente, ahora ganan terreno la ropa interior roja en Nochevieja, los villancicos americanos y el calcetín para Papá Noel. Pero las tradiciones españolas luchan por plantar cara a la globalización navideña.
Los productos importados del resto del mundo son cada vez más comunes en Navidad, pero la profesora de Prehistoria y Etnología de la Universidad de Navarra (UN) María Amor Beguiristain ha asegurado a Efe que en la sociedad española también hay un deseo generalizado de “recuperar lo nuestro”.
La defensa del belén es una prueba de ello. “Ahora es un fenómeno en auge, pero hubo unos años en los que, por la influencia de la televisión y de las películas de Walt Disney, parecía que el abeto iba a desplazar al belén”, ha explicado antes de añadir que la gente “tomó conciencia” de la importancia de mantener vigente una tradición “tan mediterránea”.
Y es que, según cuenta el periodista Pepe Rodríguez en su libro Mitos y ritos de la Navidad, la primera representación del belén corrió a cargo de San Francisco de Asís y se llevó a cabo en el siglo XIII, en un pueblecito italiano entre Roma y Asís llamado Greccio.
En sus comienzos, los protagonistas de los belenes no eran las figuritas de escayola que conocemos hoy, sino personas que según Beguiristain escenificaban “situaciones comunes” de la zona donde se representaba, además de pasajes de la Biblia.
De ahí la aparición de los pastorcillos, las lavanderas, el posadero y otros personajes de la calle como el caganer, muy popular en Cataluña y en la Comunidad Valenciana.
Beguiristain ha explicado que el belén tuvo “muchísimo éxito” en Nápoles y también en España, donde todavía hoy sigue predominando como símbolo navideño en la mayoría de los hogares.
Pero el belén no sólo tiene que enfrentarse a la globalización y al consumismo propios de esta época, sino también al “proceso general de secularización” que, según el sociólogo Alejandro Navas, afecta a todo el mundo occidental.
El sociólogo cree que, “fundamentalmente en Estados Unidos pero también en Europa”, la separación de la Navidad y la religión se debe al “contexto multiculturalista” que existe y al deseo de no ofender a otras culturas.
No obstante, para Navas esta “erosión de lo cristiano” puede convertirse en “un problema”, porque la Navidad es una fiesta de origen religioso que sin este significado “pierde su esencia y se vuelve algo incomprensible”.
Beguiristain está de acuerdo con él y además recuerda que “la mayoría” de los festejos y las tradiciones de esta época son religiosas, (incluido el árbol de Navidad que, “aunque nadie lo sepa”, dice, representa al árbol del paraíso y de la vida).
Una excepción es la Nochevieja, una fiesta que los paganos organizaban para despedir el año viejo y poner fin a las penurias vividas en él.
La profesora ha señalado que las doce uvas que se toman en España son una costumbre “muy reciente” y que, a pesar de que están muy arraigadas entre toda la población, “no tienen demasiado sentido”.
“Se toman doce uvas frescas y se bebe buen vino para dar la bienvenida al nuevo año, pero la tradición lo que pide es despedir al año viejo y quemar los malos augurios”, afirma Beguiristain, quien cree que “lo más lógico” sería tomar uvas pasas o lanzar muebles por la ventana, como hacen los italianos.
Los alemanes, por su parte, dejan restos de comida en el plato para asegurar que sus arcas estarán llenas el año próximo, mientras que los daneses rompen vajillas en las casas de sus amigos y los irlandeses prenden fuego a un barril.
Todas estas tradiciones son autóctonas y, aunque en los últimos años han perdido vigencia, todavía se mantienen vivas, sobre todo en zonas rurales.
En el caso de España también hay costumbres muy localizadas, como el Olentzero vasco-navarro (un carbonero que baja del monte con regalos para los niños), el Esteru cántabro (un leñador que también reparte regalos) o el Tío de Nadal catalán (un tronco de leña que defeca dulces y golosinas).
Otro elemento característico de la Navidad española es el turrón, que según Beguiristain en su origen era un dulce que se elaboraba con los productos típicos de cada zona para “alegrar una época de penurias como el invierno”.
“Ahora se ha convertido en algo que siempre está en los supermercados y que está disponible en todos los sabores”, ha criticado antes de añadir que el consumismo ha “materializado e igualado” muchas costumbres de la Navidad.
Pero tanto ella como Navas coinciden en que, más allá de las fiestas y los regalos, en España prima la reunión con la familia, el regreso de los ausentes y el deseo de resolver cualquier diferencia que haya entre nosotros. Y eso ni se compra ni se regala.