Quién no ha sido agraciado alguna vez con un aprobado general como despedida antes de la ansiada jubilación, aunque también nostálgica, de un profesor. Estos aprobados generales, eran fruto de un trabajo ingente por parte del maestro, para que todos, con el trabajo constante del curso, nos lo mereciéramos. Sorpresas como el regalo de nuestra profesora de gimnasia en las irlandesas que nos dio antes de colgar la falda de tenis que siempre llevaba hiciera el frío que hiciera, y una vez segura de que nos había transmitido la necesidad de trabajar en equipo en cualquier faceta de nuestra vida. O el regalo del maestro Manzano, cuando colgó la tiza con la que nos ilustraba en la pizarra sus magistrales clases de historia, historia dibujada imposible de olvidar, al anunciarnos en su último día en el aula magna que todos habíamos superado su asignatura. El verdadero regalo fue disfrutarlo como profesor, y hoy aprender de su gratificante y siempre interesante conversación. Estos aprobados generales siempre venían de profesores sobresalientes.
La antítesis de esta cultura del esfuerzo que nos enseñaron nuestros padres, maestros y profesores, que nos ha servido para desarrollar nuestras vida profesional y personal, reinventándonos cuando ha sido necesario, aprendiendo de los fracasos y apostando por el necesario espíritu de superación indispensable para sobrellevar los diferentes avatares de la vida, ha sido aniquilado en medio del curso escolar a golpe de decretazo. Un Real Decreto que elimina la posibilidad de desarrollar exámenes de recuperación y habilita el graduado con suspensos. Una norma que no solo desanimará al alumnado, sino también a los profesores que se encontrarán ante una inseguridad jurídica insólita en el sistema educativo y que además supone la perdida de razón con la que nos armamos de sólidos argumentos los padres. Asociaciones de profesores, AMPAS, sindicatos, incluso los propios alumnos, han alzado su voz contra estas nuevas e injustas reglas.
El objetivo, dicen, que es bajar el porcentaje del abandono y fracaso escolar, que se convertirá en algo mucho peor; en fracasos personales y empresariales. Para bajar el fracaso escolar son necesarios el estudio de itinerarios educativos, la búsqueda de la personalización, innovación educativa y la aplicación de las nuevas tecnologías. Motivación del profesorado. Nuevas herramientas pero inmutables valores.
Esta misma tarde, tengo el honor de dialogar con tres andaluces que defienden los intereses de los autónomos, las empresas y las pymes en Andalucía y en España. Lorenzo, Javier y Gerardo reflejan en su trayectoria profesional y en su trabajo justo lo contrario al todo vale. Ahora que Andalucía comienza su despegue como tractor económico de nuestro país, es líder en altas de autónomos -quien nos lo iba a decir- consigue récord en exportaciones y refleja unos datos históricos en la creación empresarial, este decretazo se ha visto como un jarro de agua fría, y se buscan alternativas para impedir desanimar a los jóvenes que serán el futuro de nuestra tierra. Jóvenes andaluces que, ya les digo, señores del gobierno, que no se dejarán convencer ni por el “bono-voto cultural” ni por el regalo envenenado de estos aprobados que suponen el menosprecio a los valores del esfuerzo, el sacrificio y la superación y que se merecen un suspenso general a este gobierno.
