La verja de Gibraltar conmemora hoy 35 años de su apertura definitiva, cuando, además de los peatones, los coches, camiones, motos y bicicletas pudieron también circular de un lado a otro de este pequeño paso fronterizo y se rompió por fin un bloqueo de 15 años cuyo recuerdo aún duele en la memoria de muchos.
La conmemoración llega cuando el Brexit ha vuelto a instalar a ambos lados de la verja el miedo a que el que es considerado paso fronterizo más pequeño del mundo vuelva a ser moneda de cambio y de presión de los políticos en las complejas negociaciones entre el Reino Unido y la UE.
El cierre de la verja, el 8 de junio de 1969, fue la respuesta de Franco a la entrada en vigor la Constitución de Gibraltar de 1969, proclamada dos años después de que los gibraltareños votaran en un referéndum masivamente seguir vinculados a la corona británica.
Separó a centenares de familias que, desde entonces, tenían que acudir a la verja a verse y hablarse a gritos, salvando una distancia de unos cien metros, o bien coger un barco hasta Marruecos para llegar a Algeciras, en una alternativa que hacía infinitamente más largo cubrir una distancia que, andando, era de apenas unos kilómetros.
Trece años después, el 14 de diciembre de 1982, el primer gobierno socialista de Felipe González ordenó abrir la verja, pero solo para peatones.
Se tardó otros dos años hasta que el 5 de febrero de 1985 se permitió también el paso a vehículos y mercancías.
Y aquel "pequeño muro de Berlín" dejó de ser una excepción en Europa.
La noche en la que se produjo la apertura a vehículos fue bastante menos festiva que aquella en la que, dos años antes, cientos de gibraltareños y linenses se acercaron a la verja para celebrar que ya podían atravesarla a pie.
Juan José Uceda, de La Línea y que entonces tenía 35 años, fue de los pocos que aquella noche se acercó a la verja.
"Me picó por dentro. Fui con mi hijo de 8 años en nuestro coche. Había cuatro delante del nuestro, pasamos los quintos y los últimos porque ya no había nadie más esa noche", cuenta a Efe.
Al entrar a la colonia británica recuerda que un periodista de la televisión gibraltareña le hizo una entrevista, en la que él, frente a los recelosos que desconfiaban de la apertura, dijo que iba a ser algo "extraordinario" para toda la comarca.
"Estaba muy oscuro, muy sombrío, daba hasta miedo. Era muy de noche. Allí no tenían muchos coches ¿para qué si no podían salir?. Dimos una vuelta cortita, porque no nos atrevimos a recorrer mucho y porque allí no había ningún Big Ben que ver. Sentí desilusión al ver lo mucho que Gibraltar había perdido durante el cierre", explica mientras apunta que con el cierre de la verja La Línea perdió de golpe a la mitad de su población, que tuvo que buscar trabajo fuera de la comarca.
"Surgieron muchos restaurantes y ventas", recuerda Uceda, que protagonizó el primer anuncio de la televisión gibraltareña, de una tienda de muebles española de la zona, que ya podía acceder al mercado de la colonia.
La apertura de la verja a los vehículos y mercancías facilitó en definitiva la vida a ambos lados.
Empezó entonces una etapa en la que linenses y gibraltareños volvieron a convertirse en vecinos interdependientes.
Treinta y cinco años después de la apertura definitiva, la incertidumbre y los temores sobrevuelan en este paso, a la espera de los resultados de las negociaciones que estos once meses afrontan Reino Unido y la UE.
De momento, en los primeros días del Brexit, la normalidad parece que continuará, al menos durante el periodo transitorio, en esta verja que utilizan diariamente 14.700 trabajadores transfronterizos, de ellos 9.300 españoles, miles de turistas y de gibraltareños que entran y salen a diario y más de 300 vehículos comerciales, así como centenares de vehículos y motos. Todo un ajetreo impensable hace poco más de tres décadas.