Siempre cabe ponerse de acuerdo si damos el tiempo suficiente y la voluntad precisa.
Tenemos los españolitos que digerir ahora tan deprisa tantas cosas de atrás que apenas nos da tiempo a ocuparnos del presente. Todo causa una reacción, más o menos grande, todo tiene su explicación y nada sucede porque sí aunque no siempre nos demos cuenta. Discutimos ahora porque siempre hemos otorgado pleitesía al ordeno y mando que forma nuestro pasado; necesitamos oponernos y contradecir y hacer como si no nos importaran ciertos aspectos que son serios porque siempre se nos ha impuesto todo como irremediable. Es difícil para algunos, pero todo tiene su por qué y se alimenta al oponernos.
Si se me pidiera opinar, aconsejaría quitar importancia a nuestras salidas de tono y ver que no tienen tanto argumento estas pataletas. Es cuestión de dejar que pase la reacción inmediata y a la de contar diez, camino del arreglo. Algunos se atendrán a la cuenta exacta y echarán en cara si se pasa de la decena; es un decir, cuadraillos.
Contra todos los protestones irremediables del momento cabe decir que no añoremos tiempos que nos llevaron a una guerra entre hermanos. Cualquier discusión de ahora de derecha contra izquierda y viceversa es mejor que la guerra civil en que fuimos a eliminarnos convencidos de que eso era posible. Así no se soluciona nunca un problema y sería una ridiculez si no llegara a ser patético. Siempre cabe ponerse de acuerdo si damos el tiempo suficiente y la voluntad precisa. Si nos tocan los cojones, se van a enterar, dice uno de los huelguistas del metro. Es una huelga politizada, dice otra y nombra a Zapatero que sufre un desgaste hasta por la amanecida. Cuánta necesidad tenía el hispano de estas salidas de tono; conviene castigarlas por lo que tienen de irracionales y al tiempo ser pacientes hasta que se vaya desmontando la carga.
Todo gobernante del momento sabe que después de aquella tormenta vienen estos lodos y tiene que ofrendar pacientemente sus espaldas en una generosidad comprensiva. El estatut se terminará y se acabará la ETA, que esa ha tenido peor catadura, y tiene que llegar un día, que seguramente no lo veremos, en que ambos bandos principales cooperen ilusionados por una sociedad más justa. Siglos de absolutismo paseando sus randas una minoría por delante de los ojos del pueblo y con la guinda final de una dictadura tienen sus consecuencias.
Tenemos que aprender a convivir no haciendo caso por igual de los que se recrean en sus cojones y de los que se asustan e intentan asustar ante una patria dividida y sin remedio. Los mundiales sacan a flote una conciencia de banderas y emociones que indican más salud social de la que aparece en la vida diaria. Deberían dedicarse a la política los mejores. Y a la enseñanza. Dos vocaciones que requieren sacrificio y sensibilidad social. Necesitamos no tener miedo y ver claro un ciudadano de calidad que haga futuro. Esto necesita libertad y ésta volver a valores que han sido tradicionales y han entrado en crisis con la clase media. Este país siempre ha sido sede de la honestidad y el respeto.