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Jerez

Un trocito de Jerez en los campamentos de refugiados saharauis

La asociación Amiraui construye un centro de interpretación de Vacaciones en Paz en Tinduf con el dinero de la venta de su local en Jerez

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  • El inmueble en el que trabajaban para tramitar todo este programa para las familias del país estaba derruido y en muy malas condiciones
  • Familias de Jerez como la de Carmen y Daniel y sus dos hijas han hecho este viaje tan especial para reencontrarse con Galia tras nueve años sin verla

Amiraui significa Asociación de Amistad de Jerez con el Pueblo Saharaui. Y no hay mayor gesto de fraternidad que el que ha tenido colectivo de Jerez para dignificar el trabajo del programa Vacaciones en Paz en la distancia. “Amiraui ha subvencionado la construcción de este Centro de Interpretación de Vacaciones en Paz”, reza en la placa que luce la fachada del edificio que hace unas semanas inauguraron en Rabuni, la capital administrativa de los campos de refugiados saharauis de la provincia de Tinduf, dedicado a tramitar y trabajar todo lo relativo al proyecto que tantas alegrías ha dado a decenas de familias de esta ciudad durante más de 25 años. De esta manera, un trocito de Jerez formará parte para siempre de los campos de refugiados donde han nacido los “hijos adoptivos” durante los dos meses de verano de muchos hogares de Jerez y la provincia, creando un vínculo que perdura para siempre.

El acto estuvo presidido por Brahim Gali, líder del Frente Polisario, que fue el encargado de dar la bienvenida a la presidenta en funciones de Amiraui, Lola Villagrán, y a las familias que le acompañaron en este viaje tan especial en el que pudieron reencontrarse con sus niños y ver el resultado de esta donación, que ha sido posible tras la venta del local de la sede de la asociación en Jerez. “Allí llevaban tiempo necesitando un sitio físico para poder trabajar el programa de Vacaciones en Paz. El que tenían estaban completamente derruido, muy deteriorado, era un habitáculo pequeño en el que se trabajaba mal, y en Jerez nuestro local en propiedad cada vez nos traía más problemas económicos porque con el Covid hemos tenido una retirada importante de socios y no se mantenía por sí solos”, explica Villagrán. 

 

Inauguración del edificio

 

Tras hacer cuentas, lo vieron claro: aprobaron en asamblea la venta de dicho inmueble y destinar el dinero que adquirieron al proyecto del centro de interpretación en el campamento. En la próxima junta directiva solicitarán formalmente un emplazamiento en un local municipal al Ayuntamiento de Jerez. “Si tienes una herencia, para quien mejor que para nuestro hijo predilecto que es Vacaciones en Paz”, expone orgullosa tras haber invertido en esta actuación para dar dignidad a este programa para todas las provincias de España.

Aterrizaron el día 28 de octubre en un vuelo charter en el que viajaron 180 personas con familias de todo el país. El pasado 5 de noviembre regresaron a España. Y no pueden traer su maleta cargada de emociones más bonitas y duras pero necesarias a la vez. Es el caso de Carmen y Daniel, un matrimonio jerezano que ha viajado con sus hijas Daniela, de 11 años, y Jimena, de 8, para reencontrarse con Galia, después de nueve años sin verla. Aunque siempre han mantenido el contacto por videollamadas y a través de WhatsApp, tenían ganas de conocer a su familia en persona y adentrarse en su cultura y su día a día. “Mi niña quería que viéramos cómo era todo aquello”, cuenta para hablar de Galia, que ahora tiene 22 años y trabaja dando clases en un instituto. Con ella pasaron cinco veranos en Jerez, hasta que ya por su edad no pudo participar más en el programa. Luego vino su hermano y el próximo verano esperan poder traerse a uno de sus sobrinos.

Ya de vuelta, Carmen nos ha abierto su álbum de fotografías y también un poquito su corazón para narrarnos la experiencia. Está contenta y recomienda a las familias que hagan ese viaje alguna vez en la vida, pero reconoce que el primer impacto fue duro. “Ellos (por los niños) te cuentan, te enseñan fotos del campamento, pero no es igual que cuando llegas al aeropuerto y te llevan allí. No deja de ser un recinto de gente refugiada, de gente que vive allí y no tiene la libertad que tenemos nosotros”.

 

 

Galia y su familia viven en Smara, uno de los campamentos más grandes. Y no los han podido acoger mejor en su casa. Todos residen en casas de hormigón. Las jaimas hace tiempo que dejaron de usarse aunque sigan formando parte de la fisionomía del campamento. Su generosidad no tiene límites. “Te lo dan todo y lo que no tienen también”, señala. "La primera noche fue dura. Pero ya al día siguiente, más descansados, vimos las cosas de otro color. Es una experiencia dura, pero hay que vivirla, todo el mundo debería venir a ver cómo viven y ver lo felices que son y cómo hacen su día a día sin salir de su campamento. Hay que hacer ese viaje y mirar con el corazón”, dice Carmen.

Sus niñas, que “parecían dos saharahuis más”, asegura, “me han dado una lección gorda”, por lo bien que se han adaptado. “Daniela lloraba al irse porque se le ha hecho muy corto y ha creado un vínculo muy fuerte con Galia”. Jimena la pudo conocer por fin en persona. Lo que tiene claro es que no tardarán otros nueve años en volver. “En dos añitos vamos otra vez”, concluye.

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