‘Don Juan Tenorio’, de José Zorrilla, es una obra inmensa, trascendente, inmortal, de versos sublimes, que conecta con las tres mayúsculas de la existencia: El Amor, Dios y La Muerte. Se halla, sin duda, entre las mejores piezas del teatro español, junto a ‘Luces de Bohemia’ o ‘La vida es sueño’. Don Juan es un asesino, además de un machista, un sádico, un tipo elegante que disfruta del dolor que infringe a los otros, y se siente jaleado en las tabernas por los amigotes: “En todas partes dejé memoria amarga de mí”. Dicen que Zorrilla detestaba a ese personaje. Pero apreció el éxito de esta obra.
Juan Carlos Pérez de la Fuente, director del madrileño Teatro Fernán Gómez, ha recuperado a Don Juan, que hace años copaba las carteleras teatrales en las fechas próximas a la Noche de Difuntos, pero está siendo devorado por una moda extranjera, ‘Halloween’, un producto anglosajón que nada tiene que ver con la cultura española. Es la ‘americanización’ de España, de la que escribió Antonio Niño. Pero este año han retornado los maravillosos versos del Tenorio, que se escuchan desde hace 180 años. El montaje, dirigido por Ignacio García, enfatiza en la redención de Don Juan. Algo, pues, muy de actualidad: La redención. Se trata de un Don Juan con una puesta en escena a la manera clásica, con radical fidelidad a la pieza de Zorrilla. Porque existe en teatro desde hace tiempo un empeño en aproximar los clásicos a nuestro tiempo. Pero resulta enriquecedor acercarnos nosotros a los clásicos. Eso sucede en esta dramatización del Tenorio, arrebatadora, llena de talento. Un Tenorio tal cual. Sin relecturas. Sin actualizaciones. Doña Inés cree en la capacidad de redención de Don Juan, y deja su alma como prenda a Dios, para rescatar posteriormente al atormentado seductor, al que ya le parecía definitivamente negada la salvación. Doña Inés está interpretada por una colosal Manuela Velasco, extraordinaria en la dicción, en el gesto, en la manera de llenar el escenario. Y Carles Francino encarna a un Don Juan vigoroso y progresivamente enloquecido por su infeliz destino.
Francisco Umbral criticaba que había escritores españoles cuyos libros parecían traducciones del inglés. Se deben salvaguardar las tradiciones españolas. Ahora más que nunca. Hay profesionales del teatro, como Juan Carlos Pérez de la Fuente, expertos en nuestra tradición. Aquí, Doña Inés dirá, abrazada al ya malherido Don Juan: “¿No es verdad, ángel de amor…?”. Esos versos. Nuestra tradición.