Esa es la conclusión de cinco organizaciones no gubernamentales, entre ellas la Unión para las Libertades Civiles (TASZ), cuyo representante, Balázs Dénes dijo a Efe que lo que sucede en el país es un verdadero pogromo contra los gitanos.
En un año las autoridades húngaras han registrado más de 50 actos violentos contra la población romaní, que causaron la muerte de siete personas, según datos de la TASZ.
El último caso fue en febrero en la aldea de Tatárszentgyörgy, escenario del asesinato de un gitano y de su hijo de cinco años, que fue otro eslabón en la cadena de violencia desatada contra esta etnia.
Dénes subrayó que en esta situación es de suma importancia que el presidente de la República, László Sólyom, dé un paso simbólico, como su participación en el entierro de las víctimas.
La Policía, después de días de investigaciones, ha admitido que “los ataques mortales contra gitanos están relacionados entre sí” y que posiblemente se trate de un mismo círculo de criminales.
György Ligeti, experto de la Fundación Kurt Lewin Por la Tolerancia, explicó que la experiencia general es que en periodos de depresión económica la mayoría tiende a culpar a las minorías de los problemas que vive el país.
Agregó que debido a que muchos gitanos viven en la miseria, ha aumentado la posibilidad de que algunos se conviertan en “delincuentes de supervivencia”.
Esto irrita a la mayoría, que atraviesa también por problemas existenciales, y que en muchos casos tacha a todos los romaníes de delincuentes.
Los partidos y organizaciones de extrema derecha, que forman “una muy pequeña minoría, pero muy visible”, son capaces de aprovecharse de esta situación, cuando hablan del “crimen gitano”, tal como lo hace el partido Jobbik o la Guardia Húngara.
La situación es tan grave que esta semana la Comisión Europea contra el Racismo del Consejo de Europa y la secretaría de Exteriores estadounidense han criticado a Hungría por el aumento del racismo en el discurso público.