Lo más significativo es que la ambigua declaración de Rajoy “nadie podrá probar que Bárcenas y Galeote no son inocentes”, fue hecha tras recibir a los dos en la sede de Génova y escuchar sus explicaciones sobre compras de pisos, coches, chalés, etc. Resulta chusco imaginar que el líder de la oposición se haya creído la versión, no desmentida por Galeote.
A estas alturas y tras haber leído en el auto de Garzón lo del coche en la agencia de viajes suena a chufla. Por eso se extiende el rumor, tan negativo para el PP, de que en la conversión entre Rajoy y Bárcenas salieron otros temas a la palestra que no conviene que afloren antes de las elecciones europeas. Esto habría convencido a Rajoy de que hay que aguantar como sea hasta que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid decida si los procesa o envía la causa al Supremo, al ser aforados los dos.
De momento al presidente del Tribunal de Madrid ya se lo llevó el número tres de Aguirre y secretario del PP madrileño a comer y, según el magistrado, sí que hablaron del caso que nos ocupa. Con su habitual desparpajo Granados no ha dado explicaciones de por qué la cita se realizó fuera de agenda, fuera del despacho, y cuando a varios dirigentes de su partido les va a juzgar el señor a quien invitó a comer. Todo muy sucio. Algo huele a podrido.