Han pasado más de siete siglos desde que la representación del Auto Sacramental del Descendimiento fuera una costumbre habitual en todo el Reino de Castilla, una tradición perdida en la mayor parte del territorio nacional salvo en algunos puntos como Cartaya, donde a pesar del tiempo sigue muy viva.
Si por entonces el escenario de este auto eran los prados y campos, en la actualidad, en los pocos sitios en los que aún se conserva, se ha trasladado a los templos.
En el caso de esta localidad costera onubense, cientos de personas, como cada Viernes Santo, en torno a las 20.00 horas se han dado cita en la parroquia de San Pedro Apóstol para presenciar el que es uno de los actos más significativos de la Semana Santa en la provincia de Huelva.
Lo protagoniza la Hermandad Sacramental del Santo Entierro de Cristo, una de las más antiguas de Cartaya nacida al albor de la fusión de las antiguas cofradías del Sepulcro y del Santo Sacramento que, a pesar del paso de los siglos, ha sabido, generación tras generación, mantener viva la representación de uno de los momentos más impactantes de la Pasión de Jesucristo.
Todos los presentes en el templo esperaban con interés y cierto nerviosismo ese momento en el que el velo rojo que cubría el Altar Mayor ha caído dejando ver a los Santos Varones, grupo al que se pertenece por herencia directa de padres a hijos, y al Cristo Articulado que pendía de una Cruz.
Es una imagen de 1944 de los talleres de José Alarcón, que reemplazó a la destruida en la Guerra Civil, manteniendo de aquella su carácter articulado para la ceremonia del Descendimiento. Igualmente, el paso también tiene cuatro ángeles de talla, obra del artista local Fernando Álvarez Galán.
En ese momento, los Santos Varones han comenzado a desclavar la imagen, poco a poco, con sumo mimo y cuidado, y posteriormente a bajar al Cristo de la Cruz, todo ello siguiendo la dramática narración de un orador, que este año ha interpretado Rafael Méndez Abreu, y que aporta aún más realismo y crudeza al momento que se está representando.
Llama la atención de quien por primera vez presencia este auto sacramental la vestimenta de los Santos Varones, ya que van ataviados con un traje antiguo de origen desconocido, muy poco común en la Semana Santa y caracterizado por túnica blanca, tocado plisado y fajín negro.
Una vez completado el descendimiento del Cristo Articulado, la imagen ha sido presentada a su Madre, en esta ocasión la imagen de la Virgen de la Amargura y expuesta a la adoración de los fieles.
Posteriormente, el Cristo ha sido introducida en la urna de cristal de estilo clásico, procedente de un convento de clausura sevillano, que es uno de los elementos más destacados de la hermandad, en la que ha iniciado la procesión por las calles de la localidad en el más absoluto silencio, sólo roto, en ocasiones, por el sonido que emana de la música de cámara que lo acompaña.
En este recorrido, que ha comenzado alrededor de las 21,00 horas, el cortejo cuenta con representaciones de las autoridades civiles y del resto de hermandades de la localidad debido al carácter sacramental de la hermandad.
Cartaya cumple así con un Viernes Santo más de devoción, de pasión, haciendo aún más suya una tradición cuyos orígenes se remontan al siglo XIV gracias a una herencia de padres a hijos que continúa muy viva y con el orgullo de ser no sólo uno de los pocos lugares de España en los que esta escenificación sigue viva, sino en la que se ha conservado con más detalle.