La exposición 'Julio Romero de Torres en Argentina: cien años de una muestra histórica (1922-2022)' desvela el papel de su familia, esencialmente de su hermano Carlos, en su expansión internacional, en la que la muestra celebrada en Buenos Aires en 1922, de la que este año se cumple un siglo, fue esencial.
La conmemoración, abierta esta viernes en el Museo de Bellas Artes de Córdoba, “era necesaria e importante porque marca un hito en la trayectoria pictórica de Julio Romero, era un momento que se sabía que existía pero no se había analizado como se hace ahora”, según ha señalado el conservador de la instalación cultural y uno de los comisarios de la exposición, José María Palencia.
Julio Romero partió en barco de Cádiz, junto a su hermano Enrique, el 8 de agosto de 1922 y regresaron al mismo puerto el 21 de noviembre de ese mismo año.
El interés por exponer en el extranjero, según han asegurado a EFE Palencia y la otra comisaria de la exposición, la archivera del Archivo Histórico Provincial de Córdoba, María del Mar Ibáñez, comenzó a fraguarse muchos años antes y tiene como referencia a otro hermano de Julio, Carlos, afincando en Argentina.
Ibáñez señala que "se marchó a Argentina pero no sabemos con seguridad cuándo, quizás se fuera con su profesor de modelado en la Escuela de Bellas Artes de Córdoba y que lo acompañara cuando tenía unos 20 años", llegando a ser director de Liceo Artístico Luis Legrán, situado en el centro de Buenos Aires.
La influencia de Carlos se convierte en capital hasta el punto de que "creo que es uno de los causantes de que Julio Romero al final hiciera esta monográfica en Buenos Aires", concreta la archivera, pese a su fallecimiento en 1917, cuatro años antes, un hecho que se le ocultó a su madre.
Hasta 1927 no se le ofició una misa de difuntos en Córdoba, un año después de Rosario de Torres falleciera, en 1926, según recoge el catálogo de la exposición aún no editado.
"Conocemos algunos datos interesantes de Carlos, como una carta que envía a su hermano Julio, ya habían fallecido otros dos hermanos mayores y se convierte en su mentor, y le da una serie de consejos artísticos, que son un poco los que le encaminan a que envíe su obra al extranjero, a muestras como Chicago, Londres y París, donde se convierte en un habitual, y luego le dice que también a Sudamérica, en la boyante Argentina”, afirma María del Mar Ibáñez.
De hecho, la presencia argentina de Julio no comienza con la que se conmemora de la sala Witcomb, destaca en el catálogo José María Palencia, sino que ya expone en Buenos Aires en 1912, 1913, 1916, 1917, 1920 y el mismo 1922, antes de la monográfica.
En la carta de Carlos, de julio de 1910, que se exhibe en la exposición, que organizan el Museo de Bellas Artes y el Archivo Histórico Provincial y que estará abierta hasta el 10 de octubre, incita a Julio "a que participe en exposiciones internacionales, que salga de su zona de confort, que vaya a París y a Londres, que cruce también el charco y vaya a Chicago y empiece a mandar cuadros a muestras que no son monográficas, sino que al principio son muestras de pintura española", explica Ibáñez, para quien, gracias a este influyo, "Julio sale un poco del cascarón".
Para Palencia, la exposición de 1922 "fue importante no solo desde el punto de vista cultural para el estrechamiento de las relaciones entre Argentina y España, sino también para la propia producción del pintor porque, desde el mismo momento que se embarga, el capitán del barco le deja un camarote para que pinte".
El éxito fue tal, apunta, que "no solo vende allí la mayoría de los cuadros que lleva, de los veintiséis vuelven a España solo cuatro, sino que además durante la estancia en Buenos Aires está completamente dedicado a pintar y esto hace que se ponga de moda no solo en Argentina, sino especialmente en Uruguay y México y todos los coleccionistas importantes, toda la aristocracia que disfruta la pintura, intenten después hacerse con cuadros del artista".
Ahora, en cambio, ese "flujo de obra que va a América" está volviendo hacia Europa y, en concreto, España durante los últimos años a través de las subastas de arte.
El volumen de trabajo de Julio fue tal que, según Ibáñez, no tuvo opción de visitar Buenos Aires, más allá de algunos agasajos, como el del Círculo Andaluz, aunque sí visitó junto a su hermano Enrique la tumba de Carlos, recoge el catálogo.
En opinión del director del Museo de Bellas Artes, José María Domenech, se trata de "un hito muy importante en la carrera de Julio Romero de Torres porque fue cuando el coleccionismo internacional se fijo definitivamente en sus cuadros" que se cuenta "a través de documentos y fotografías para acercar esta historia apasionante" con una muestra que recoge 52 piezas.