En la gran mayoría de nuestros pueblos ciudades, hay cafeterías emblemáticas, en las que se reúnen peñas y grupos, que no son ni lo uno ni otro, ni tienen el sentido de cuadrilla que les dan en Euskadi. Son individualidades que practican el deporte de sentenciar la realidad desde las mismas sillas y mesas casi todos los días del año.
No se pueden decir que hablen o dialoguen entre ellos, porque una de las características de estos sujetos, en su inmensa mayoría formados por hombres, es que nadie escucha a nadie y la otra es despreciar parafraseando a Machado “todo aquello que ignoran”.
Saben de la vida de los demás más que los afectados, y no te sugieren ni aconsejan sino que te ordenan lo que debes hacer. Una de las curiosidades que más llama la atención es que si alguna vez reparan en alguien fuera de ellos mismos, les preguntan ¿Dónde te metes?
Y es que nada ni nadie que ellos no vean, no existen, además no tienen gracia alguna, porque su deporte favorito no es reírse con los demás, y pensar que lo que nos hace feliz, y que debemos usarla para hacer felices a los demás, sino que son tan necios que se entretienen riéndose a costa de los demás, tal vez porque se miran poco al espejo y no saben quienes son realmente.
Están permanentemente como estreñidos, y se lo pasan fatal con los éxitos del resto de la humanidad, entre otras cosas porque les afecta el virus de la envidia., y por mucho que estén en el mismo espacio no tienen la generosidad y la grandeza de llenarlo, no son nada ni reconocidos por nadie.
Asistir a una sesión de sucesivos monólogos, es un ejemplo de tácticas y y turbulencias perversas, en las que se disputan como meterles el dedo en el ojo al otro, en la que casi nada se corresponde a la realidad de los hechos, pero presumen de todólogos entre ruidos vacíos y vocabulario banal.
Son más patriotas que nadie, eso sí, siempre que no les toque pagar, entonces buscaran mil y una justificaciones, y darán una lección de ignorancia sobre todo lo que debería hacer el gobernante de turno, porque ellos además de saberlo todo, tienen la solución para casi todo, salvo para curar su ignorancia, porque deberían leer y estudiar todo lo que tienen atrasado.
La mayoría de estos sujetos oyen, pero no escuchan, hablan pero no se explican, miran pero no observan, no analizan porque carecen de juicio crítico, y bailan al son de lo que diga el último payaso populista, dando soluciones simples a los problemas más complejos. ¡Son así y tienen difícil remedio¡
Se adaptan con facilidad a ese mundo mediocre que ellos mismos se han fabricado, de tal manera que su universo es pobre en ideas y lenguaje, y se regodean en su incultura llena de reticencias e incertidumbres, pero que se manifiesta en frivolidades que presentan como cosas importantes.
Desconocen la creatividad, por eso se muestran entre gritos y palabras alteradas intentando esconder sus inseguridades. En el absurdo de su dialéctica, no asumen sus responsabilidades, especialistas en incendiar con su verbo, la culpa siempre es de los otros.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, y no he pretendido narrarles un cuento, en ocasiones la ficción supera la realidad. Lo que les he relatado son reflexiones imaginarias, porque ellos si existen son “buena gente” y “seres indefensos”
No erase una vez, ni nos dediquemos a echar mano de excusas y pongámonos a buscar soluciones, mientras ellos seguirán hablando.