Entre certezas e incertidumbres, daños y remedios, ilusiones y esfuerzos, vamos buscando lo mejor y a veces nos lo encontramos. No es lo mismo llenarnos de todos los colores y olores del mar y del bosque, que estar imbuidos en la selva de los ruidos y los gases tóxicos de una gran ciudad.
Hay sonidos y murmullos suaves y reparadores que nos inundan de tranquilidad y relajación, o ambientes urbanos repletos de gritos y lenguajes gruesos y estrés que nos desequilibran, y traspasamos la línea roja entre la cordura y la locura.
Los miedos y los ataques sin complejos, en medio de la desafección, el desánimo y el pesimismo, se abre paso el afecto, la fuerza emocional de encontrar lo nuevo y lo bueno, el optimismo que nos da ánimo para seguir. Y dentro de toda la confusión, los pulsos entre personajes e instituciones terminan en la perdida de todos y en la ganancia de nadie.
Nos sumergimos en vértigos enigmáticos y futuros imposibles, en los que construimos un escenario de la oposición, en medio de espacios de confrontaciones y chantajes, afrontando las cosas con toda la fortaleza, sin esconderse ni mirar para otro lado.
Nuestras carencias que son debilidades, podemos terminar convirtiéndolas en fortalezas en las que admitimos donde están nuestras grietas y como repararlas, saber admitir y obedecer las normas para sentirnos más seguros, y sortear los excesos y los muchos traspiés o fracasos.
Lo impensable y lo increíble, nos lleva a personajes que, en sus momentos de gloria, disfrutan no de lo que aporten para contribuir a una sociedad mejor sino en lo que sean capaces de provocar, aunque vemos ocasiones en los que paradójicamente tengan en lo personal un trato educado e incluso afable con sus rivales.
Tenemos demasiada necesidad de ilusiones y esfuerzos, y excesivo miedo al día después, al peligro de que seamos anormales de la nueva normalidad, y que nos instalamos en un permanente quebradero de cabeza, en la que todos estamos en política, aunque no todo sea político, porque sea la peor de las maneras y esencias.
Demasiadas veces, sin ilusiones ni esfuerzos, y sin ideas ni palabras, nos quedamos vacíos. No nos podemos extrañar que haya ocasiones en que nuestras vidas sea una sucesión de horrores y desgracias. Ante las dificultades lo mejor es mantener nuestras ilusiones y esfuerzos, es la gran inspiración para tiempos difíciles.
Huyendo de la homogeneidad es pensar que todos somos iguales. Nos damos cuenta que conforme incrementamos nuestro conocimiento de las personas y las situaciones, nos vamos alejando de esa perspectiva terrorífica y nos hacemos más universales y plurales.
Toda historia tiene su evidencia y su secreto, nos dicen y cuentan cosas que debemos saber interpretar, con miles de retratos imaginarios, con testimonios estremecedores que nos conquistan y reconquistan, buscando saciar nuestras necesidades y sorprendiéndonos entre toques naturales y artificiales.
Las cosas no son fáciles aunque si resultan imprescindibles. Ya ha paso el tiempo de las marcas, en los que nos manejaban para que algo no solo fuera accesible sino necesario. Saber decir que no a las necesidades que nos quieren crear, y aprender a reducir, reutilizar y reciclar.
No nos debemos olvidar que lo emocionante nos sorprende, ya que, si no controlamos nadade lo que nos sucede, tal vez no podremos responder a las preguntas que nos hagamos.