La crisis del Coronavirus con sus aspectos sanitarios, económicos y sociales no es como para tirar cohetes, y hay demasiadas oportunidades para que se cuele en nuestras vidas la tristeza. Son muchas las cosas negativas que han pasado en nuestra País, Europa y el mundo entero.
Hay demasiadas ocasiones de pérdidas, soledades y desasosiegos. No solo podemos contraer la enfermedad que en algunos casos presenta síntomas dolorosos y secuelas graves, sino que tenemos un pie en un ERTE y el otro en la calle y sin empleo.
Y al tratarse de una situación compleja , difícil y desagradable puede tener efectos negativos que van desde trastornos del carácter, la ira o el bajo estado de ánimo a la ansiedad y la depresión, cambiando sensiblemente nuestras formas de relacionarlos y por tanto nuestras vidas.
A todos y todas, los que lo han padecido y lo que aún no, nos tiene seriamente preocupados esta situación y llegaremos a la alegría cuando tengamos constancia de que de un tratamiento y una vacunación eficaz y dejemos atrás cifras como los mas de 104 millones de afectados y los más de 2,3 millones de muertos en el mundo o los cerca de 2,9 millones de contagiados o los más 60.000 muertos en España.
Mirar los datos no nos saca de la tristeza, y ver como la pandemia avanza en la mayoría de los países, y muchos de ellos tienen que tomar medidas más restrictivas de las actuales. Curiosamente, si analizamos los países que se han mantenido más fuertes en cuanto al control y manejo del contagio en sus regiones son casi todos ellos gobernados por mujeres.
Tal vez la actuación de los responsables de estos territorios, esté en un buen ejercicio del sentido común en la adopción de las medidas, en que han sabido comprender sus realidades, sin caer en vaivenes y excentricidades, y entendiendo que permanecer en nuestras casas es lo más correcto.
También ser lo suficientemente disciplinados para colocar nuestra salud por encima de cualquier otro interés, sabiendo planificar nuestra conducta para la nueva realidad y modificando aquello que tengamos que hacer, entre ellas nuestras rutinas.
Por supuesto, informarnos adecuadamente, en su medida y de las fuentes fiables, dejando atrás las infoxicaciones que nos saturan y nos atontan, y lejos de animarnos, nos atontan y desorientan. Poner nuestra salud mental al servicio de todas las tertulias y opiniones, no solo es inútil sino peligroso, ya que lejos de informar, intoxican.
Siempre que podamos y nos lo permitan las autoridades sanitarias creo que es bueno y saludable, el mantener los contactos necesarios con nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y especialmente con nuestros mayores.
No podemos ni debemos paralizarnos durante los confinamientos, en una tristeza que sigue el circuito del sofá a la nevera y vuelta, sino que tenemos que aprovechar esta nueva situación que sabemos que será temporal, aunque sin fecha de caducidad, para hacer cosas, ejercitar nuestra inteligencia y creatividad, y disfrutar de momentos que casi nunca podemos vivir.
Saquémosle jugo a la realidad que nos toque vivir, y si nos vuelven a confinar, no quedémonos quietos y paralizados, hagamos ejercicios en casa, sin aspirar a ir a las próximas olimpiadas, no debemos quedarnos quietos, y observando y cuidando de nuestro estado de salud y del que nos rodean, hemos de hacerlo también con nuestro estado de ánimo, con lo que decimos y lo que hacemos., sin quitar importancia ni exagerar, mirando desde la distancia y en su justo equilibrio.