De las sensateces a las chifladuras, de las deslealtades a las traiciones, son trayectos y caminos que algunos recorren en sus relaciones con los demás. Los hay en todas las actividades del ser humano, pero se evidencian y resultan más notables, en las que tienen una mayor repercusión pública, como la política o las diferentes actividades comunicativas o artísticas.
A quienes tienen que mostrar sus ideas propuestas o su arte y trasmitirlo a los demás, no debemos confundirlos mezclando genialidades con falta de cordura, sus actuaciones con la vulnerabilidad, sus exposiciones ante los demás con ser blanco permanente de ensañamiento, el esfuerzo con el azar o la suerte.
Si observamos la realidad veremos muchos ejemplos de chifladuras y deslealtades, sin ir más lejos en el Gobierno de coalición de España, hemos asistido desde su constitución a algunas insensateces por parte de UNIDAS PODEMOS y su líder Pablo Iglesias en relación al Presidente, Pedro Sánchez, que lejos de fortalecerle, le debilita y le coloca peor en los pronósticos de las encuestas, por las que parecen estar obsesionados.
Desde que abandonaron la calle, y se enmoquetaron en sus despachos escudándose tras sus móviles de última generación, se parecen más a aquella casta que ellos criticaban cuando llegaron a la política: Cada vez más son menos que se pelean entre si e intentan zancadillear al socio de Gobierno. Nos da toda una fotografía de matrimonio político forzoso y de conveniencia.
También nos encontramos con que, desde el bloque de la derecha, PP, CS Y VOX, hay mucha carambola de chamba y demasiada deslealtad con nuestro País y la ciudadanía, diciendo una cosa que se traduce en la práctica en todo lo contrario. En muchos de los debates a los que asistimos en los medios de comunicación, vemos demasiados ejercicios de tarambana y pocas intervenciones que demuestren madurez, reflexión y buen juicio.
Fuera de los espacios de humor, resulta dramático, como abundan los falsos líderes, que intentan imponernos los aparatos, que pretenden jugar con las emociones para manipular a los electores y la perdida de autoridad, ética y valores, que es como si hubieran desaparecido en la oficina de objetos perdidos.
El poder de influencia de las redes, hace que lo que veamos en las mismas no exista, y que cada vez la gente solo quiera hablar con quienes les dan la razón o con los que están de acuerdo y no malgastan esfuerzos en discusiones.
Para no cometer imprudencias y majaderías, hemos de comenzar por saber hablar con nosotros mismos, por ser leales cuando nos miramos al espejo, y cuando construimos un relato de nuestras vidas y como integrantes de una realidad comunitaria a la que llamamos País.
Es difícil es ser amables y entrañables, si no tenemos deseos de cambiar el mundo, ya que son los otros los que nos consideran como líderes, y nosotros no podemos ser solos espectadores de lo que sucede, sino que hemos de tener el coraje y la inteligencia de hacerlo suceder.
Por eso lejos de chifladuras y deslealtades, confieso públicamente que cada vez más me interesan la gente que dice cosas discutibles, y me preocupan los que afirman verdades absolutas y dogmáticas, me sorprenden los que aúnan voluntades, suman intereses, concretan objetivos y caminos, y crecemos frente a las banalidades y la sociedad del espectáculo.
Nuestro capital, sin martingalas e informalidades, están en el cumplimiento de nuestra palabra que nos da credibilidad, y nos otorga el respeto de los otros.