La prórroga en Anfield fue majestuosa. Un Atlético de Madrid poseído por la épica destrozó con tres goles el trabajo hecho por el Liverpool en los primeros 94 minutos de partido.
El vigente campeón de la Liga de Campeones, el prácticamente invencible conjunto de Jürgen Klopp, cayó eliminado de forma prematura en la competición de 'la orejona'. No estuvo nada mal para ser la última dosis de fútbol de primer nivel.
A partir de ahí, 11 de marzo, ha tenido lugar un vacío existencial en el mundo del fútbol. Diferentes voces del mundo de la literatura, el periodismo, la sociología y de los banquillos ofrecen su visión de este fenómeno para EFE.
Visto desde la perspectiva del tiempo, del poco tiempo transcurrido, la obra de arte en la que se convirtió el encuentro se asemeja a la última cena de Jesucristo antes de la crucifixión.
La resurrección del fútbol no se produjo al tercer día y esta temporal muerte futbolística habita en una incertidumbre aplastante respecto a cuándo se producirá el regreso.
"Al fútbol lo echamos tanto de menos cuando para porque nos deja desnudos. Normalmente el fútbol lo utilizamos a modo de tapadera a través de la cual canalizamos muchas emociones y sentimientos que tienen menos que ver de lo que pensamos con lo que ocurre en el terreno de juego. Estas se relacionan mucho más con nuestra vida diaria", explica Manuel Beltrán, periodista de la Revista Panenka.
"Cuando desparece, no te queda otra que afrontar la realidad, la cual además ahora se presenta especialmente atroz y jodida de gestionar", añade.
"Es curioso, porque más que la competición en sí, los partidos, echo de menos ilusionarme con ella", admite Enrique Ballester, autor de 'Barraca y Tangana' (Libros del KO).
"Echo de menos la posibilidad de ganar, esa ilusión. También echo de menos poder pensar que el fútbol es importante, aunque no lo sea. Y, por descontado, pensar cuando suena el despertador que este verano habrá Eurocopa y Juegos Olímpicos, y así salir de la cama con ánimo", dice.
Estos días raros a Ballester le está costando concentrarse para leer, pero cuando lo consigue le dedica unas páginas a los 'Diarios' de Iñaki Uriarte. "Me sirve para desconectar", asegura.
El tiempo que empleaba en el fútbol ahora lo gasta en una partida mítica que rescató del videojuego 'Football Manager 2008'. Además, este vacío le está sirviendo para revisar la serie 'Freaks and Geeks' y para descubrir 'Esta mierda me supera'.
Natàlia Arroyo, la periodista del diaria ARA y seleccionadora catalana femenina de fútbol, estos días ha cambiado las salidas en bici por la montaña, las sesiones de gimnasio y el salir a correr a la calle por el rodillo, los ejercicios de fuerza en casa y correr en la cinta. "También han caído partidos antiguos de fútbol que daban por la televisión", admite.
"Los seres humanos y la sociedad tenemos una necesidad de entretenimiento. En este sentido, el fútbol es un entretenimiento que está organizado y que nos exime de pensar qué tenemos que hacer hoy, algo que no se nos puede hacer una montaña durante estos días", afirmó.
"Quien más y quien menos ha jugado a fútbol o ha querido jugar a fútbol. Y este querer ser, querer imitar a un referente, acaba provocando que cada uno haga un relato soñador y personal del fútbol que le alimenta en el día a día", argumenta Arroyo sobre por qué echamos tanto de menos el deporte rey cuando se desactiva.
De hecho, países como Bielorrusia o Argentina se han resistido a parar el fútbol. En el segundo caso, la presión de los jugadores finalmente ha conseguido que el balón deje de moverse. "Desgraciadamente, algunos gobiernos todavía promueven políticas basadas en la lógica del 'pan y el circo' de la época del Imperio Romano", dice Susanna Soler, profesora de Sociología e Historia de la INEFC (Instituto Nacional de Educación Física de Catalunya) Barcelona.
"Manuel Vázquez Montalbán ya nos explicó el motivo por el cual algunos gobiernos buscan este efecto mediante el deporte-espectáculo: ofrece una variante relajante a la rutina, tiene una gran difusión mediática y es uno de los principales productos de consumo de masas a causa de la intensidad de las emociones que genera, con efectos catárticos", expone.
Ante la nada de estas semanas de confinamiento es prácticamente inevitable que la mente intente hacer planes e imaginar situaciones que supuestamente se experimentarán cuando las cosas vuelvan a la normalidad. Esa ilusión infantil (por pura) permite sobrellevar mejor la situación. Así, los amantes del fútbol ya elucubran sobre cómo será el momento en el que vuelva a rodar el balón en los terrenos de juego.
Otros, como Emilio Abejón, secretario general de la FASFE (Federación de Accionistas y Socios del Fútbol Español), también valoran cómo debería ser esta vuelta por lo que respecta a los aficionados: "Para nosotros el fútbol es primordialmente una actividad social y cultural, una reunión de comunidades para la disputa de un encuentro deportivo. Si eliminamos a las comunidades del partido de fútbol, entonces este pierde su sentido".
Y añade: "por eso creemos que, tal como la RFEF (Real Federación Española de Fútbol) hizo público el miércoles, la competición sólo debe reanudarse cuando se den las condiciones para que los encuentros puedan celebrarse con público".
Estas semanas diferentes grupos de animación y aficiones organizadas de la liga española están liderando iniciativas de captación de fondos, de donaciones de materiales y de voluntariado para combatir la epidemia del coronavirus.
Tarde o temprano volverá el gran día, aquel en el que el fútbol lleve a cabo su resurrección después de la crucifixión que tuvo lugar una vez disfrutado el Liverpool-Atlético de Madrid. "El regreso a los estadios será el mejor indicador de que la pandemia se ha superado", sentencia Soler.
"La globalización y la masificación, que son aspectos que ahora justamente facilitan la propagación de la enfermedad, caracterizan los grandes eventos deportivos. Por este motivo, cuando se puedan volver a celebrar con normalidad querrá decir que la conexión social, económica y cultural entre los diferentes puntos del planeta, así como la concentración de grandes cantidades de personas, ya no será un peligro", dice Soler.
Por otro lado, la socióloga considera que el progresivo regreso deportivo a la normalidad, y especialmente la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio el 2021, "será una ocasión idónea para recuperar el estado de ánimo de la población global".
Y recuerda cómo este evento fue muy útil precisamente en este sentido después de la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
"Medimos la vida por Mundiales y las semanas por jornadas. Gracias al fútbol el paso del tiempo queda compartimentando, es como un reloj. En un momento así, de incertidumbre, el fútbol te ayudaría a pensar en el miércoles y en el domingo, días de partido. Te ayudaría a ir poco a poco, a cortar de alguna manera este tiempo espeso en el que estamos, en el que todos los días parecen iguales", se lamenta Galder Reguera, autor de 'Hijos del fútbol' (Libros del Lince).
Mientras tanto, la epidemia del coronavirus ha provocado que los eSports hayan dado otro paso adelante. Millones de personas, por ejemplo, siguieron el fin de semana pasado el torneo de FIFA organizado por LaLiga.
"La pandemia ha disparado la conexión humana mediante las telecomunicaciones, pero las emociones que generan los eSports todavía no tienen la misma capacidad de cohesión y movilización de los grandes eventos presenciales", opina Soler.
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