Recuerdo la famosa ‘Enciclopedia Álvarez’ que tuvimos en el colegio hasta la década de los sesenta y recuerdo cómo en ella se narraba una peculiar historia de España en la cual las gestas heroicas y nuestro glorioso Imperio capitalizaban el contenido como medio para ensalzar las ideas y valores impulsados por dictadura política impuesta en la España de entonces.
Años después, cuando estando en el bachillerato los libros de texto eran algo más normales, recuerdo como los últimos coletazos adoctrinadores del régimen se apreciaban en cosas como la ausencia de ciertos autores en los textos de literatura, en la falta de referencias evolucionistas en los de ciencias naturales y en la forma tan poco sutil en cómo desaparecía casi toda la información referida al periodo de la República y a la terrible Guerra Civil que asoló nuestro país.
Dicho esto, parece lógico pensar que sería una auténtica tontería querer volver a actuar como hace medio siglo, aunque se haga en el sentido contrario y argumentando valores democráticos.
Para que se conozca y se pueda analizar TODO lo que aconteció antes, durante y después de la Guerra Civil ¿es necesario impedir que se hable, analice u opine libremente sobre todo ello? Durante los últimos cuarenta años los historiadores han dispuesto de la información y los medios para poder construir una historia y mostrársela al público, pero existen demasiados españoles (sobre todo nacidos tras aprobarse la actual Constitución) que por diversos motivos desconocen nuestra historia reciente y eso lo están aprovechado quienes pretenden construir un imaginario histórico colectivo a su conveniencia.
Como ya he dicho aquí muchas veces, la falta de conocimiento es una circunstancia que invariablemente se vuelve contra quien la padece. Construir una memoria de la historia que sea común para todos es una pretensión absurda y los políticos que ahora intentan imponer a todo el país una versión concreta de la historia actúan como lo hizo el régimen de Franco, un auténtico despropósito que ataca a la libertad de pensamiento desde las instituciones haciendo leyes para decir cómo se debe pensar o interpretar la historia y para reprimir a quien no las acate.
La historia no es solo una concatenación de acontecimientos que solo se pueden interpretar y narrar desde un punto de vista concreto o una óptica sectaria (moral, religiosa o política). La interpretación de los hechos históricos debe regirse por una libertad absoluta de pensamiento e ideas, otra cosa es hacer apología de hechos del pasado con intención atropellar los valores democráticos vigentes actualmente.
Hay que preservar el espacio de libertad dentro del marco legal de la Constitución y defender nuestro pasado histórico como un legado que pasa de padres a hijos. Preservarlo favorece la convivencia, el pluralismo y la legalidad. No nos dejemos embaucar. Fuerza y salud.