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Escrito en el metro

La caña brava

La caña brava es una planta usurera, o como se le conoce en botánica una especie exótica invasora

Publicado: 12/03/2018 ·
17:47
· Actualizado: 12/03/2018 · 17:47
Autor

Salvo Tierra

Salvo Tierra es profesor de la UMA donde imparte materias referidas al Medio Ambiente y la Ordenación Territorial

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Observaciones de la vida cotidiana en el metro, con la Naturaleza como referencia y su traslación a política, sociedad y economía

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La playa después del temporal de levante se ha llenado de indestructibles bastoncillos de los oídos y de aguerridos troncos de caña brava. Nuestros arroyos, ríos y ramblas están siendo invadidos por cañaverales de arundos, que desplazan a adelfas, tarajes y eneas. Especies autóctonas, propiasde estos hábitats ribereños, que han sido de una gran utilidad para contener, gracias a sus sistemas radiculares, avenidas de agua y acarreos de destructivos guijarros. La caña brava es una planta usurera, o como se le conoce en botánica una especie exótica invasora. Nunca tiene suficiente y cada vez quiere apropiarse más de los recursos que proveen a otras especies.Saben adaptarse en la contienday además cambian el ecosistema.

Las recientes elecciones italianas han abierto de nuevo el debate acerca del difuminado discurso de los partidos tradicionales, que de un lado u otro, perseguían mantener el bienestar de la ciudadanía. Pero la realidad es que estamos ante un cambio del sistema político. Una especie usurera se ha propuesto dar un golpe de estado en el ecosistema. Nuestras cañas bravas, las que nos atizan, son los bancos que imponen desde el miedo un nuevo sistema político, la Bancocracia. La usura es su leitmotiv, acopiar más de lo necesario a base de incrementarlos intereses, y su aliadoel miedo a la desprotección social.Para ellos y sus portavoces instalados en el poder, el debate izquierda derecha es un arcaísmo del siglo pasado. Las palabras del Gobernador del Banco de España pidiendo moderación salarial, mientras su pantagruélica nómina se incrementa anualmente por encima del cuatro por ciento es la evidencia más espantosa de la usura. El desparpajo y la hipocresía de las respuestas de los sectores bancócratas ante la huelga general global de las mujeres o de los mayores por sus pensiones provoca las reacciones más irritables por insolidarias. Los franciscanos se revelaron hace siglos contra los usureros europeos, instaurando los Montepíos como forma de salvaguardar los ahorros de los pobres. Tal vez tenga que surgir un Guillermo de Baskerville que desde la parsimonia sea capaz de liderar una rebelión contra este injusto nuevo sistema. A lo mejor en unos años gobernarían unos franciscanistas que hagan de nuevo comprender que el bienestar de la sociedad se construye desde abajo. Las humildes malvas son las únicas capaces de contener a la caña brava.

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