“Espero que este fin de semana en Toronto podamos seguir avanzando en el progreso (logrado en reuniones anteriores) y coordinar nuestros esfuerzos para impulsar el crecimiento económico”, dijo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en la Casa Blanca antes de partir rumbo a Canadá.
Obama participó en la cumbre del G8 que se celebró a 200 kilómetros de Toronto y asistirá el fin de semana en la ciudad canadiense a la reunión de jefes de estado del G20, que promete estar dominada por las diferencias transatlánticas en torno al tema de la austeridad fiscal.
Fue precisamente Obama quien inició la polémica, al expresar su temor, en una carta dirigida a sus homólogos del G20 el sábado pasado, a que la aún frágil economía mundial vuelva a entrar en recesión si se retiran de súbito las medidas de estímulo.
El equipo económico de la Casa Blanca sostiene que si el gasto público se contrae de forma brusca, la demanda podría caer, lo que a su vez minaría el crecimiento y podría provocar otra recesión.
Los expertos han bautizado ese hipotético escenario como el “momento Hoover” en referencia al prematuro endurecimiento fiscal durante la presidencia de Herbert Hoover en los años 30, al que se responsabiliza de que la Gran Depresión durase más de lo previsto.
Los países europeos abogan, sin embargo, por apretarse el cinturón, asustados por las dramáticas consecuencias de la crisis de deuda griega.
Así lo han dejado claro, en los últimos días, un líder europeo tras otro, empezando por la canciller alemana, Angela Merkel, y acabando con el flamante primer ministro británico, David Cameron.
El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, echó ayer más leña al fuego al mencionar, en un artículo publicado en el diario Handelsblatt, que “mientras que a EEUU le gusta concentrarse en las medidas correctivas a corto plazo”, Alemania y Europa prefieren concentrarse en “el largo plazo”.
Eso explica, dijo Schäuble, el que el Viejo Continente esté “más preocupado con las repercusiones de unos déficit excesivos y los riesgos de una elevada inflación”.
Entre los países en desarrollo, China apuesta también por frenar los estímulos, mientras que Brasil ha decidido mantener las políticas pro-crecimiento pese al riesgo de calentamiento.
Previsión
Más allá de ese debate, otro de los asuntos contenciosos en la agenda del G20 es la propuesta para imponer un impuesto global a la banca que se destinaría, entre otras cosas, a financiar futuros rescates bancarios. Canadá, el país anfitrión, se opone a la idea, que no generó consenso ni durante la reunión de los ministros de Finanzas del G20 en Washington en abril ni en la que tuvo lugar recientemente en Busan, Corea del Sur, para preparar el terreno para Toronto. El comunicado final que se emitió en Corea del Sur se limitó a decir que existe una “gama de distintas políticas” al respecto, por lo que se espera que la discusión continúe este fin de semana.
Se espera, por lo demás, que los mandatarios del G20 aborden también los planes para reforzar el capital bancario, que forman parte de la reforma conocida como Basilea III que exige también a los bancos tener un nivel mínimo de activos líquidos.