Esta es la noticia: El Ministerio de Cultura dio a conocer, una vez finalizado el plazo de presentación, las ciudades españolas aspirantes a la Capitalidad Europea de la Cultura 2016. Dieciséis son las que han formalizado su candidatura: Alcalá de Henares, Burgos, Cáceres, Córdoba, Cuenca, Las Palmas, Málaga, Murcia, Oviedo, Palma de Mallorca, Pamplona, San Sebastián, Santander, Segovia, Tarragona y Zaragoza. Al hilo de la resolución de la convocatoria, también nos hacemos la pregunta siguiente: Realmente, ¿qué puede aportar España a la capitalidad Europea de la cultura 2016? De entrada, la cultura es algo inherente a la persona, que debe unirnos en el respeto a la diversidad. En cualquier caso, hay que ir más allá del mero orgullo y denunciar cualquier opresión cultural que impida a las personas y grupos étnicos ser ellos mismos.
Considero, pues, que el programa "Capitales de la Cultura", avivado por la Unión Europea, a mi juicio de manera acertada, no sólo debe contribuir a destacar la enorme diversidad de la cultura europeísta, también debe estar alerta y discernir lo auténtico, imprimiendo una dimensión de sabidurías libres en los diversos ámbitos sociales. Sólo así, desde la cultura honesta y no interesada, se ayuda a vivir más humanamente, que es lo que en verdad da valor a la vida. Por consiguiente, sí a la capitalidad que fomenta el conocimiento y la conservación de los bienes culturales; sí a los activistas culturales que se interrogan, que escuchan a todos, que responden serenamente y que saben callar cuando nada tienen que decir; sí, y siempre sí, a los que favorecen el diálogo intercultural. Hay que desempolvarse de los prejuicios y de las barreras culturales y de las diferencias raciales, lingüísticas, religiosas e ideológicas. Los humanos deben reconocerse como el alma de las culturas. Nuestro amor a la cultura nos debe infundir el valor de crecer por dentro, de ser capaces de denunciar las concepciones que reducen al ser humano a una cosa que se puede manipular, humillar o eliminar arbitrariamente.
España puede y deber aportar, cualquiera de sus ciudades candidatas, una dimensión cultural integradora y poner de manifiesto un patrimonio humanizador europeísta. Ella, por si misma, atesora una riqueza de universalidad a través de sus diversas lenguas, del camino de la literatura, de las artes escénicas y musicales, de las artes plásticas, de la arquitectura, de la artesanía, o del mismísimo cine, capaz de engrandecer el espíritu humano y ponerlo en movimiento. La madre patria ha sido, y lo sigue siendo ahora, una tierra de creadores de belleza, capaces de convivir con la diversidad, de fomentarla y hacerla accesible al resto del mundo. Aquí la belleza no sólo se ve, se puede sentir. Y lo más admirable es que en medio de un mundo hostil y bárbaro, bajo un clima de desesperación para muchas personas, el talento positivo y artístico se injerta en cualquier esquina. No en vano, España es el segundo país del mundo con mayor número de sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Las ciudades españolas candidatas son un claro ejemplo, todas ellas, de marcos incomparables para fomentar la cultura. Alcalá de Henares se presenta como la ciudad de los dos mil años de Historia, la ciudad de Cervantes, el símbolo de la Lengua Castellana, y de la integración cultural. Burgos se muestra como un compendio de pasado, presente y futuro capaz de reunir innovación, tradición y proyección. La Catedral, el Camino de Santiago y los Yacimientos de Atapuerca, son los cimientos de esta aventura cultural. Cáceres luce su emblemática capitalidad de la Alta Extremadura, la ciudad de los Palacios, cuyo origen se remonta a la prehistoria, tierra de gran riqueza gastronómica y de cultura milenaria. Córdoba demuestra que el futuro tiene raíces, apostando por la interacción constante entre cultura y ciudadanía, en su cartografía está presente el legado de diversas civilizaciones que han transitado por Europa. Cuenca, coincidiendo con el aniversario del IV centenario de la muerte de Cervantes, activa la cultura desde un marco en el que se armoniza la naturaleza con los espacios arquitectónicos. Las Palmas ocupó siempre un lugar en la vanguardia cultural, haciendo de ella una ciudad receptiva cuyos habitantes han sabido mirar al mundo con mentalidad abierta. Málaga evoca su acervo cultural de casi tres mil años, el carácter pluricultural de su ciudadanía y su internacional oferta cultural e infraestructuras de comunicaciones.
Si las ciudades anteriores son cultura viva, las que siguen a continuación, son más de lo mismo. Murcia alberga en su patrimonio, al ser tierra fronteriza y de paso, intensa tradición cultural. Oviedo propone un proyecto de capital de la cultura basado principalmente en la música, lenguaje y camino común de toda Europa, pero está abierto a todas las disciplinas y manifestaciones culturales. Palma de Mallorca se hace visible con toda la región insular de las Islas Baleares poniendo en el centro de su proyecto el cambio de valores culturales y sociales de una de las principales regiones turísticas europeas. Pamplona tiene también una trayectoria histórica, unas aspiraciones de futuro europeístas y una forma de relacionarse y proyectarse en su entorno. La ciudad de Donostia-San Sebastián apuesta firmemente por potenciar y fomentar el arte y la creatividad a todos los niveles. Santander trata de fortalecer el tejido social y hacer viables redes de acción basadas en la implicación y en el intercambio de conocimiento entre las diferentes culturas europeas, así como en la participación ciudadana y la dinamización de espacios públicos y comunitarios. Segovia quiere impulsar el enorme estrato cultural y creativo existente, e introducir los elementos necesarios de planificación, compromiso común y coordinación para una evolución y afianzamiento. Tarragona es, igualmente, una ciudad con una larga historia, con un patrimonio relevante y reconocido y con una riqueza cultural importante. Zaragoza, en la misma línea que las urbes anteriores, apuesta por una ciudad creativa que reconozca en la política cultural uno de los mejores modos de convertirla en una ciudad más abierta y acogedora. Sin duda alguna, las diecisesis ciudades españolas que se presentan a candidatas a Capital Europea de la cultura 2016, son merecedoras de dicho reconocimiento. Sea la ciudad que sea, organizará un programa de eventos culturales irrrepetibles, únicos, que ennoblecerán a la Europa de los pueblos y de la ciudadanía.