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El silbo gomero

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Ya sabe, ese lenguaje que se emplea en la isla de La Gomera desde tiempo inmemorial y que ahora, con el aperreo que tienen los catalanes, los vascos y los gallegos con sus reivindicaciones idiomáticas, síntoma inequívoco de que todo esto es contagioso, han salido los extremeños con el castúo, los asturianos con el bable y ¡los zaragozanos con el aragonés! –del andalú no ze dice na, pisha–, qué menos que los de la bella isla canaria, saquen del armario su silbo y que lo lleven... no sé, hasta la Universidad, si fuera preciso.
Bien mirado, esto del silbo debiera ser obligatorio para toda la clase política, especialmente la parlamentaria, aunque tuvieran que abandonar la sede de la Carrera de San Jerónimo y celebrar las sesiones en la Plaza de Toros de las Ventas, cobrar la entrada a los curiosos y editar folletos para los turistas, que, seguro, harían colas. Sería un atractivo indudable ya que como el silbo no necesita de argumentos vendría pintiparado al lenguaje que emplean los próceres. ¡Qué espectáculo más grandioso!
Hablar de los ayuntamientos de la Bahía sería prematuro, aunque no niegue que tendría su morbo ver –y oír– a doña Teófila, con los dedos en la boca, expresarse con silbidos gomeros para llamarle al orden al señor Román. De El Puerto, el señor Moresco ya silba, probablemente de oído, como tantos, habida cuenta lo intuitivos que nos han salido estas nuevas hornadas de ediles. El señor De Bernardo, rechifla, que es la forma de silbar cachondeándose del auditorio; al menos eso cree él, que con la que tiene liada, los cañaíllas no se están dando cuenta del mamoneo. De momento ni sabe ni contesta cuando se le pregunta por los asuntos pendientes. Echa a andar la maquinaria de la verborrea, se harta de hablar, aburre a la concurrencia y no dice absolutamente nada. Verlo por televisión puede resultar mareante, y si es oírlo por la radio –cuya concisión debe extremarse–, pierde el hilo tantas veces que bien podría despacharse con un par de buenos silbidos y santas pascuas.
Como, además, me he enterado de que están abriendo escuelas para esto del silbo, ya podría Cultura patrocinar algunos cursos, al fin y al cabo serían bastante más progresistas que el macramé o los encajes de bolillos, vade retro, secuela, de los bailes regionales, de la Sección Femenina. En La Isla será muy práctico porque con las trepidaciones del tren de cercanías, imagínese lo útil que sería para hablarse de acera a acera en la calle Real. ¿Y para echarle un piropo a la Sandra Virginia de turno? Soltarle: ¡tía buena, maciza!, dicho silbando es menos machista. Tampoco debiera dejarse de lado no celebrar pregones a base de silbos gomeros; sería tanto como transformar las iglesias en ollas a presión. ¿Será por sonidos? ¿O no se acuerda ya de la trompetilla del Tío del Americán, aquél que cambiaba botellas por globos? Dígame si no cómo podremos celebrar mejor los fastos de 2010. O sea.

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