Nada es lo que parece en las visiones y opiniones que se observan con respecto al derribo del Edificio de la Aduana de la Plaza de Sevilla. El anuncio de que la construcción de la Aduana iba a ser demolida se hizo hace diez años; hasta el año 2007 no surgió la Plataforma que quería su conservación. Un año antes se celebró una reunión a la que acudieron unas quince personas que parecían interesadas en esa construcción. Algunos opinaron que había que conservarla porque se trataba de una fachada, y nada más que una fachada, de estilo neoherreriano. La mayoría de los participantes acallaron aquellas voces porque tacharon la arquitectura del edificio como franquista y aquí se acabó todo. La cuestión fue retomada en el 2007, esta vez bajo el enfoque conservacionista y reconociéndole ciertos valores artísticos por la Plataforma que quería evitar que se tirara el edificio.
En realidad, vamos a narrar una guía para no perderse en la cuestión de la Aduana. En la plataforma antiderribo han destacado determinadas personalidades que han actuado tanto en conciencia como movidos por valores conservacionistas aunque a destiempo. Hay instituciones que han cambiado de parecer como la Delegación Provincial de Cultura. En el año 2004 estaba de acuerdo, y actualmente, no. Este cambio de opinión tan tardío lastra la planificación urbana de toda la Plaza de Sevilla; ahora se puede tardar más de un año en la reelaboración del proyecto. Evidentemente, mucho se va a tener que correr para que este ensanche en el casco histórico se haya terminado para el Bicentenario de la Constitución de 1812. Pero lo más grave es que la tardanza en la urbanización de la Plaza de Sevilla también retrasa todas las obras que de ella dependen: aparcamiento, estación de ferrocarril y su área comercial y la llamada carretera industrial, e indirectamente a la remodelación del puerto.
Hay gente de izquierda a favor y en contra de su conservación. La derecha sociológica, salvo excepciones, no encuentra valores artísticos y opta por que desaparezca. A los arquitectos, historiadores y críticos de arte también les ocurre lo mismo. Los gaditanos en su mayoría no se han pronunciado porque la Plataforma antiderribo solamente ha recogido unas cuatro mil firmas, aunque, eso sí, ha producido mucho ruido mediático mediante artículos, manifiestos, cartas al director e intervenciones en tertulias y audiovisuales. Las instituciones en su mayoría no están a su favor, Ayuntamiento y Junta de Andalucía, extrañamente, coinciden en derruirla, pero la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz aboga por mantenerla.
Las soluciones sobre la Aduana pueden pasar desde la más drástica, que sería su derribo, al parecer el informe de Cultura no es vinculante, el traslado del edificio principal a un lado de la Plaza de Sevilla o su conservación con todos los perjuicios para la planificación de todo el conjunto de esa zona, encrucijada entre los puertos, impide la visión de la gran portada de la estación de ferrocarril, los aparcamientos, el futuro de la zona comercial y hostelera, la muralla que otra vez va a quedar solapada sin que se pueda disfrutar de esos lienzos.
¿Quién gana y quién pierde con los resultados de la Aduana? Evidentemente, el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía han quedado emplazados después del dictamen de Cultura y en cierta forma defraudados con el mismo y teniendo que reformar el proyecto de la Plaza de Sevilla. La sociedad gaditana pierde en su conjunto de tener una gran plaza como escaparate de la ciudad donde confluirían las redes de transportes, ferrocarril, puerto y estación de autobuses.
Solamente gana la Plataforma antiderribo que bien que se lo ha trabajado y que estoy seguro que va a reformular sus propuestas para la Plaza de Sevilla. Hasta pronto, gadiritanos.