Su primer director fue el gran poeta Pablo García Baena, gloria de las letras nacionales y recordado intelectual
El Centro Andaluz de las Letras (CAL) ha cumplido un cuarto de siglo. Su primer director fue el gran poeta Pablo García Baena, gloria de las letras nacionales y recordado intelectual. Leer hoy podría considerarse un acto heroico, uno de los últimos momentos en que uno, en plena vorágine y vértigo del siglo que nos ha tocado vivir, puede estar solo consigo mismo y dedicar un rato a tratar de entender el mundo que le rodea con la sola ayuda de un libro. Hoy, en esta sociedad de trincheras, lo primero que uno hace es disparar contra todo lo que se mueva en redes, antes incluso de pensar en las consecuencias de lo que dice o, más allá, de tratar de argumentar intelectualmente su intervención ante los demás. Por eso, que el CAL haya llegado a los 25 años es una noticia magnífica para todos nosotros, porque si en el mundo institucional es difícil que un negociado cualquiera supere la legislatura, alcanzar esa edad es, sin duda, una proeza que admite pocas comparaciones en relación a otras. Los trabajadores de la casa, acompañados por el consejero de Turismo, Cultura y Deporte, Arturo Bernal, y su nuevo director, Justo Navarro, lo celebraron a lo grande con una fiesta en los Baños del Carmen el pasado viernes, un evento en el que se dieron cita las grandes firmas de la literatura andaluza y en la que además se habló de futuro, algo esencial cuando se tiene entre manos un proyecto precioso que debemos proteger. Se habló, y mucho, del legado de Baena, pero también de las miles de actividades programadas a lo largo de estos años y de las decenas de miles de lectores que han pasado por las delegaciones del CAL en las ocho provincias andaluzas; de los cientos de escritores que han nacido a la literatura apoyados en la palanca impagable que supone el CAL para ellos y, mientras el viento marino proveniente del Mar de Alborán azotaba a muchos de los presentes con dulzura en una noche veraniega, se brindó, sobre todo, por el futuro. Porque leer, sin ir más allá, es eso: futuro. Ahora que los índices lectores caen y hasta la comprensión lectora de nuestros jóvenes está cada vez más en entredicho según nos indican los estudios de organismos internacionales, es la hora de redoblar la apuesta, de acercarles el libro a aquellos que aún no conocen su enorme potencial redentor, de recordarles que, en muchas ocasiones, un libro nos ha salvado la vida cuando ya no creíamos en nada.