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Hablillas

Imagen y gritos

No hace falta ser un lince para concluir en que la televisión actualmente no está enfocada al entretenimiento sino a la información y al debate.

La televisión es el medio de comunicación más castigado precisamente por la imagen. En un principio se enfocó a la posibilidad de unir información y entretenimiento disfrutándolos con la familia. En los anuncios, el grupo aparecía arremolinado ante ella, callados y formales, atentos a cuanto aparecía, sobre todo a los rombos. El tiempo hizo que la tele pasara a ser la reina de la casa, incluyéndose en el mobiliario de las parejas recién casadas, para más tarde ir ampliando el número de receptores según aumentaba el número de canales. Con tanta oferta había que asegurarse la atención del espectador, captarlos como fuera.

Jesús Hermida revoloteó por ese camino con el inolvidable “Su turno”, pero su profesionalidad lo llevó a cortar uno de los programas y darle un giro al contenido de los restantes. Lo logró, pero cuando el contrato de la serie acabó, la chispa ya había prendido y desde entonces la televisión intenta remontar hundiéndose cada vez más. Se achaca a que los formatos no han cambiado, que los contenidos no han evolucionado, en suma mil casos más llamados errores en los que no cabe la enmienda.

No hace falta ser un lince para concluir en que la televisión actualmente no está enfocada al entretenimiento sino a la información y al debate en general y a los sucesos y a la tertulia en particular, utilizando la emisión en directo como recurso para no repetir ni cortar. De la chispa de Hermida nació Tómbola hace ya veinte años, espacio que tiene a gala definirse como el que cambió la televisión. Y tanto, porque si hasta entonces el espectador se sentaba para distraerse un rato antes de acostarse, con semejante griterío terminaba por apagarla para no sufrir una crisis nerviosa.

Saben que no quedó ahí, que la eliminación del programa tras siete temporadas, no hizo más que soltar un testigo que se ha venido multiplicando hasta el presente, testigo que también ha pasado a las redes sociales. Hoy en cualquier espacio aparece, a modo de cintillo, un rótulo a pie de imagen con la arroba o el hashtag para ir directamente al tema tratado y opinar sobre él. Este dato unido a la imagen, una escena coral donde los tonos pugnan por acallar a los otros, tiene tirón y se vende bien.

La publicidad da fe de ello porque hay tortazos por acaparar los intermedios. Si esto funciona es porque hay seguimiento, porque gusta lo escandaloso y aunque la mente se incline hacia el tema del corazón, la porfía actualmente es endémica, ya que resulta inevitable eludirla mientras buscamos un canal, por ejemplo, a cualquier hora. En algún momento nos ha detenido un chillido, un barullo o unos hashtags, inducidos por la curiosidad, innata e inherente al ser humano. Con guión, escaleta o pinganillo estos programas permanecen en la parrilla enganchados y enganchado, excluyendo aquello que no sea actualidad.

Conclusión: dándole una vuelta, analizando objetivamente el tema, observamos que el concepto de entretenimiento se aleja de la televisión, que ha cambiado, extraviándose el calificativo que incluye la definición referido a lo agradable. La presión del botón verde del mando funde en negro y activa nuestra memoria, donde las imágenes gritan pero en silencio. Paradoja, figura retórica de pensamiento.

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