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Hablillas

Alma sin licencia

Los poemarios una vez leídos se transforman en fotografías. Los tonos los define el lector.

A veces el tiempo huye, viene de otro sitio tan deprisa como se va, dejando destrozos y desorden mientras pasa. Para ello se disfraza de temporal y aunque por los móviles corran los mensajes de alerta, siempre nos sorprende con sus rabietas. El panorama nos obliga a permanecer recogidos en casa, oyéndolo regocijarse mientras se cuela por las rendijas o azota los cristales ululando. Ello nos altera un poco extraviando la rutina y nos permitimos saltárnosla a fin de serenarnos, de dejar fuera nuestro nerviosismo, a ver si vuela con el ventarrón. Es entonces cuando nuestro rincón favorito nos seduce con sólo mirarlo y tras una breve meditación nos sentamos con un libro entre las manos.

El texto despierta la imaginación. Si es una novela nos incluye en la trama, pero si es poesía necesita su momento, especial y concreto para disfrutarla. Los versos logran aislarnos, enredarnos en las estrofas hasta que el punto final nos libera dejándonos una imagen difícil de olvidar. Los poemarios una vez leídos se transforman en fotografías. Los tonos los define el lector. Es una conclusión a la que llegan los muchos apasionados por este género. “Alma sin licencia” es un claro ejemplo. Su autor, Enrique Rojas Guzmán, ha querido mostrarnos aquello en lo que no reparamos, porque nos lo encontramos a diario, según sus palabras.

Al abrir el poemario nos describe el paseo nocturno de las divagaciones, cómo se presentan acompañadas por los sonidos que no oímos por estar dormidos. Luego nos enseña los detalles de  su casa para luego salir a mirar la vida. Con un lenguaje sencillo, el verso libre y cadencioso captura el alma de estas instantáneas, las que no necesitan licencia alguna para unirnos a ellas. El amor es el pilar fundamental, el eje de esta obra que habla con él desde la locura, la indigencia, la naturaleza, la nostalgia y la pareja, transformando el “yo” en “nosotros”, el “tú” de la amada en el cristal por donde contempla otra realidad rozando suavemente el erotismo.

Enrique Rojas ha retratado momentos, elementos, personajes sencillos y los ha convertido en los protagonistas fabulosos del mundo poético que inmortaliza en este poemario, mundo que invita a volver, vuelta en la que se columbra la plenitud de estos instantes con versos agudos cuidadosamente colocados, reforzando el fondo que se escapa entre la forma para atraparnos durante esos momentos en los que decidimos saltarnos la rutina.

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