Plagas de verano

Publicado: 25/06/2018
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Este verano ha llegado tarde y con bulla, alterando el ciclo natural.
Corre por las redes sociales un video que hiela la sangre. Probablemente, prudente lector, lo habrá visto en su pc o lo habrá recibido en su móvil y si aún no le ha dado a la flechita de reproducción, es cuestión de tiempo. Resulta muy desagradable, pero es la realidad que vivimos en el comienzo de este verano. Se trata de la plaga de medusas que asola la costa malagueña. Los pescadores apenas cogen sardinas, en cambio estos celentéreos entran a millares. La incertidumbre ha saltado como una chispa, temiendo el descenso del turismo y el consiguiente aumento de precio de un espeto sobre la arena.

Las causas de este fenómeno las encontramos a golpe de clic. Con un rato de paseo con el ratón en la mano, la información está servida. Es cuando la mente se activa y la razón relaciona estos datos con nuestro presente, con nuestra realidad para concluir que se presenta un verano de plagas. Ya se han hecho algunas fumigaciones en La Isla, de hecho hay alcantarillas precintadas. Los pasos ligeros casi en carrera despachurrando cucarachas pusieron la nota entre cómica y asquerosa del momento en que bichos y humanos escapaban de ellos mismos. Los mosquitos vuelan por los mundiales, picando a cuantos futbolistas se les ponen por delante y de momento se han olvidado de este rincón, pero las moscas están dislocadas.

Acurrucadas, escondidas, agazapadas en los marcos de las ventanas, esperan pacientes el momento para entrar en cuanto las puertas se abren para ventilar. Vuelan con tanta rapidez que ni se las ve y siempre hay una que se resiste a salir, ansiosa por el calor del hogar. Las topadas son secas, breves y enérgicas, sin dejar de zumbar, mareando al ser que porta el bote de insecticida, mientras ella esquiva las pulverizaciones que como fantasmas la asustan en vez de atontarla. Tras unas cuantas y al filo del ahogo humano, se oye el cabezazo contra el suelo, el zumbido esforzado por seguir con vida y el silencio final que le sirve tanto de tumba como de escondite, porque por más que nos empeñemos la mosca no aparece hasta que un escobazo la rescata mandándola al recogedor.

Quizás hablar de plagas sea un tanto exagerado, pero el término ha sonado como un toque de atención. Este verano ha llegado tarde y con bulla, alterando el ciclo natural. Por eso hay tantas medusas, porque los bancos de sardinas y boquerones han disminuido y no han podido comerse las larvas,  descontrolándose la población. Emulando el humor de los pescadores, tenemos “sardinas picantes” sin el engorro de abrir una lata y moscas que han crecido como si hubieran mutado. Los mosquitos, ya los veremos. 

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