Quién no tiene un par al que echar mano. Da lo mismo el frío o el calor, el invierno o el verano, están disponibles en cualquier momento y se acompañan con prendas tan tradicionales como el mantón de manila y los stiletos más altos y modernos. Las botas de caña y las deportivas se ponen ahora con los vestidos y las medias. Quién iba a decir que los vaqueros se convertirían en una prenda estrella, en un “must”.
Cuando empezaron a comercializarse se les llamaba pantalones americanos y de ropa de trabajo han pasado a ser un artículo de lujo. A lo largo de más de un siglo de existencia, los vaqueros ha ido evolucionando según el diseño imperante, las tendencias, sin embargo son más agresivos, si se quiere, en estos cuatro últimos lustro. Del tejido lavado a la piedra se pasó al desgastado, luego al manchado para terminar en el raído.
Lo cierto es que se ven algunos que mejores han quedado para andar por casa o han sido arrojados a la basura, hasta que un día el “siete” casual y por enganche, fue mirado con ojos artísticos para concluir en diseño con lema, pago por ser pobre, vigente desde hace por lo menos un decenio. Por los cortes deshilachados asoma una rodilla, el forro del bolsillo o una porción del muslo y cuanto más enseñan más caros cuestan. En estos días de ganga no bajan de los cien euros. Y vuelan.
Con randas o sin ellas los vaqueros parecen destinados a rediseñarse, a reinventarse. Si echamos un vistazo, nos sorprende el de Sofía Vergara, actriz colombiana que ha cambiado los zancajos por la comodidad del chándal. Ha rescatado unos jeans con elásticos en la cintura y en los tobillos y los ha combinado con sandalias y bolso, obteniendo una mezcla atrevida, un look muy confortable. Pero el diseño que arrasa, que aparece en todos los enlaces de moda es el de la colección upside down, es decir, lo de arriba para abajo, inspirados en una serie televisiva de las miles que nos pasan a diario.
Son muy originales por el efecto que causan, ya que ver los bolsillos y las presillas en el bajo de las perneras y el dobladillo en la cintura resulta extraño, curioso, provocador y desconcertante. Cortos o largos hace falta ese punto de valentía para ponérselos y mucho más para pagar lo que cuestan, alrededor de cuatrocientos euros. Pero el precio es lo de menos, porque dentro de nada aparece un tutorial de reciclado en el que nos enseñan a confeccionarlo. Con un poco de paciencia no habrá quien se resista a ir a la moda sin gastar un céntimo.