El otoño se estrena con noticias desalentadoras. La situación actual tan crítica como fragmentaria, tiene desestabilizado un presente que se va llenando de cenizas. En manos de quienes estamos, se pregunta el ciudadano. La acción y el hecho de resurgir depende del diálogo razonable y conciliador de los gobernantes, cuyo entusiasmo -el de la mayoría- parece andar por otros derroteros. Podríamos incluir estas noticias en el apartado de sucesos, pero estos desgraciadamente tienen espacio propio. Raro es el día en que los boletines informativos radiofónicos y los televisivos no incluyen casos de violencia de género o los retos virales, una flecha de doble punta.
Desgraciadamente, en el primer caso la lista de muertes se incrementa, con una forma de matar que tiene tintes de premeditación, con suicidio o intento por parte del asesino como una forma de arrepentimiento o sacrificio. El número sobrepasa el medio centenar y aunque la obligación es informar, no deja de ser una motivación para el verdugo en cierne. La noticia de la muerte de la joven golfista Celia Barquín fue demoledora por haber sido la consecuencia de un ataque sin motivo aparente, al menos hasta el momento en que esta hablilla se escribió. El autor del crimen está detenido y las investigaciones continúan. Lo único cierto es que Celia se ha quedado sin futuro.
Los retos virales son la otra punta de la flecha. Si hace unos meses el de la
ballena azul llevó a jóvenes al suicidio con escarificaciones en la piel a modo de condecoraciones, estos días aparece
la rotonda de la muerte, reto que ha dejado a un niño de once años con graves lesiones cerebrales. El juego consiste en acoplar el motor de una motocicleta a la rueda giratoria de un parque infantil, echarse sobre ella y dar el mayor número de vueltas. Este niño accedió a hacerlo y la velocidad le ha provocado tal presión en la cabeza que se encuentra en riesgo de sufrir un derrame cerebral. El video voló en segundos por las redes sociales, siendo la madre del chico quien lo subió a Facebook para alertar del mal que causan estos juegos. La pregunta es si lo son. Las lesiones no se han producido por la consecuencia desagradable de la casualidad, hay un precedente, una preparación y una recompensa llena de mentiras para convencer a la víctima, a quien va a recibir una tortura que le conducirá a un final en el que la muerte será el estado que lo tranquilice y lo libere.
Qué será lo próximo.