Estamos viviendo un período que se alarga demasiado, perturbado por acontecimientos que no vamos a repetir, porque estos renglones tiene la pretensión de distraer la mirada durante tres minutos de la realidad diaria en que la actualidad nos ubica. Por eso, esta hablilla no informa ni lo pretende. Para este propósito quedan los profesionales que hacen su trabajo o bien desde la redacción o pisando la calle. Y entre la vorágine de estos últimos días, en medio de esta situación crítica que raspa profundamente lo que nos viene arrollando por encadenamiento desde hace unos cuantos años, entre tanto caos se abrió un paréntesis que atemperó el ánimo con el momento dulce sereno de los premios de octubre.
La literatura copa la primera quincena de este mes otoñal con las quinielas, con el debate entre el autor mediático y el que no lo es. Este año, al parecer, el medio no ha influido en una primera visión. Es lo que se oye por los mentideros, pero ya se verá. Y volviendo a los premios, días después, Santa Teresa y el día de las escritoras, Asturias se viste de gala para otorgar los premios del principado. En esta ocasión, todos estábamos expectantes por participar de alguna manera en el estreno de la princesa Leonor. Queríamos verla más tiempo del habitual para apreciar cómo se está haciendo mayor. Fueron cinco minutos en los que la media tarde giró a su alrededor y quien no la vio, utilizó la Web cuando el tiempo se lo permitió. Seguro que el viernes las visitas se multiplicaron con opiniones para todos los gustos y de todos los colores. No hay que olvidar que su adolescencia no es la de las demás niñas y aunque los tiempos van cambiando, hay cosas que permanecen y extreman por razones de su propia seguridad, por lo que no disfrutará de ese matiz de circunstancialidad que tiene el día a día, perdiéndose los momentos de vivirlos con la naturalidad y la sorpresa de una joven de su edad.
Es lo que tiene nacer con el porvenir resuelto. Desde fuera todo se critica, todos opinan y luego viene el aluvión de arreglos desde la silla, a golpe de teclado y pantallazo. Ella se adaptará a la vida que le ha tocado, igual que lo hizo su padre. Aún le quedan unos años para disfrutarlos como pueda. El viernes, subrayó, lo llevará en su corazón, al igual que llevará el momento en que deje el colegio, cuando llegue a la universidad y salga de ella. Mientras tanto la recordamos como la imagen más dulce de una jornada aciaga.