En estos días terminamos la jornada con menos cansancio físico quizás, sin embargo la mente está exhausta, razones por la que el sueño se resiste a llegar. La radio ayuda a luchar contra el insomnio inicial, a conciliarlo con la suavidad de las palabras, alterada por alguna que otra carcajada ante la espontaneidad de una ocurrencia sin que por ella se pierda el rigor informativo, el respeto por el entrevistado, la consideración, en suma, por el oyente. Estos detalles nos hacen engancharnos a las ondas a esa hora en que el cuerpo solicita horinzontalizarse, si se permite el término, para que el susurro al oído tranquilice la vigilia y se alíe con el sueño por unas horas. Las frases bailan sobre una música de fondo analizando el resumen de la jornada. La melodía cambia al hablar de un autor y su obra, por ejemplo, y se interrumpe con esa pieza clásica que resurge sin edad.
Aunque hemos asumido la situación y cumplimos las normas del confinamiento mejor de lo que esperábamos, cierto es que la mente va por su lado, alzando el vuelo en cuanto se conecta a la radio y la relaja cerrando los ojos, una pantalla donde el tema del día se va emborronando por el del actor que estrena personaje, el título que arrasa en el cine o la rebeldía de un artista que vuelve del pasado.
Una de estas noches de Semana Santa, el periodista cerró el primer bloque de su programa con el tema In my solitude, compuesto por Duke Ellington e interpretado por Billie Holliday. Argumentó que ante esta situación que vivimos, la cantante no habría dudado en lanzarse a la calle a cantarla. De alguna manera la vimos paseando en la oscuridad, dejando las notas de esta canción triste enganchadas en las esquinas, dándoles vuelo por una calle estrecha o buscando las ramas de los árboles, una soledad que azota el recuerdo, dice, que desespera hasta enloquecer por el amor perdido. Una pieza muy versionada, entre los que se encuentran Louis Amstrong y Tony Bennet, pero que Billie Holliday engrandece con su voz de trompeta en sordina, según los entendidos, como las introductoras del tema evocado, que junto a la melodía acurrucan al oyente, una voz que suaviza o justifica su espíritu desafiante, que saca el jazz del club deambulando con su soledad casi en susurros, sonriendo a la vigilia por su huida a pesar de tanta preocupación.
Ánimo y a por otra semana.