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Hablillas

Aludas

Cuando íbamos al colegio por la tarde, solíamos verlas moteando las fachadas blancas.

Publicado: 26/10/2020 ·
12:35
· Actualizado: 26/10/2020 · 12:35
  • Aluda.
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Apenas estas hablillas empezaban a imprimirse semanalmente, dedicaron sus renglones a las hormigas que hoy la titulan. Las rescatamos debido a su aparición, se diría más numerosa que otras veces, aunque quizás no tanto como para concluir en una plaga. Es su momento, el de buscar un lugar para la nueva colonia. Para nosotros, ver sus alas brillantes indica el cambio de estación, si bien unos relacionamos su presencia con el verano y otros con el invierno. En cualquier caso, resultan evocadoras.

Cuando íbamos al colegio por la tarde, solíamos verlas moteando las fachadas blancas. El viento soplaba con más frescura, cambiando su nombre por el de “aire del cole”, más fresco y con un toque húmedo, dando igual hacia dónde había girado la veleta. De vuelta a casa, este aire se iba quedando con el olor de la clase, de ahí el cambio de nombre particular e infantil, mientras pensábamos en el baño caliente y el dulzor del migote en la merienda. Durante el repaso antes de dormir, rescatábamos las aludas de este primer día de avistamiento buscando su lugar sin prisa, pero sin pausa. Oíamos a nuestros hermanos hacer planes para el sábado, la ilusión de coger un puñado como cebo para cazar pájaros. Llegado el día acababa con desespero, porque sus manos pequeñas no tenían aún destreza al tensar el muelle del cepo y las aludas se escapaban.

Alguna acabó en el pico de un gorrión en pleno vuelo. Las que tuvieron la suerte de quedarse con las patas en tierra llegaron a perder las alas y nos gustaba verlas tan grandes y rollizas correteando solas, intentando subir por una pared o por un tallo grueso y quedarse en el intento, porque el peso y la superficie las hacían resbalar limitando el esfuerzo. Al caer giraban con ligereza, volvían a intentarlo apartándose unos pasos y así hasta encontrar el lugar. Quedábamos impresionados y cuando crecimos se convirtieron en el símbolo de la disciplina, el trabajo, la vida en comunidad y el orden.

El mundo de las hormigas es extraordinario, al margen de la incomodidad e incluso el miedo -mirmecofobia- que como insectos domésticos pueden ocasionar. Verlas durante el cambio de estación resulta tan engorroso como evocador. Por eso el tiempo nos devuelve estos detalles, tan circunstanciales para las generaciones venideras como el momento en que se los participamos.

Ánimo y paciencia.

 

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