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Jerez

Ghouljaboy ultima su segundo álbum de la mano de la compañía BMG

El disco del artista jerezano verá la luz la próxima primavera y terminará ahora de mezclarse en Los Ángeles bajo la dirección del prestigioso Pat Jones

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Del momento en que le regalaron su primera guitarra eléctrica, cuando tenía 11 años, hasta ahora, que ha cumplido 26, apenas han pasado 15 años. En ese tiempo, Jordi Arroyo no solo ha perfeccionado su labor como instrumentista y compositor, sino que superó el Bachillerato, se matriculó en la Escuela de Artes de Jerez y se licenció en la Universidad de Cádiz en Publicidad y Relaciones Públicas. Sin embargo, siempre ha tenido claro que quería dedicarse a la música.

Lo hizo implicando desde los primeros años de instituto a compañeros de clase junto a los que formó varias bandas, entre ellas On es Off o Jagerboom. “Fue divertido”, recuerda, pero todo cambió a partir de 2017, cuando decidió emprender carrera en solitario bajo el nombre de Ghouljaboy -explica con una sonrisa el origen: “Había un artista que se llamaba Souljaboy, y al mismo tiempo estaba viendo una serie Tokyo Ghoul, y me hizo gracia, pero sin más trasfondo”-.

Tras autoeditarse sus dos primeros trabajos -o mix-tapes, como prefiere llamarlos-, Corpse party y El Rascal, entró a formar parte de Ground Control, la agencia de Booking y Management que lidera Joan Vic, que es quien ha reconducido su carrera hasta llevarle al Andalucía Big Festival, organizado por Mad Cool en Málaga el pasado septiembre -“fue muy grande y lo disfrutamos mucho”-, y abrirle la puerta de la prestigiosa compañía BMG, con la que ya editó en 2021 Dreamcore, y ahora prepara su segundo álbum -y un tercero previsto para el año próximo-.

Jordi, natural de Jerez, reside en el barrio de La Plata, y cada mañana acude a Workshop del polígono El Portal, donde tiene el local de ensayo, aunque cada vez pasa menos tiempo en casa. Este año no le han faltado los “bolos”, a una media de entre cuatro y cinco al mes por toda España, incluida una escala en Brighton  y el Fan Futura, aunque sus mayores esfuerzos se centran ahora en terminar su segundo álbum, que verá la luz la próxima primavera.

“Estamos ya en la parte de mezclas y la parte visual del nuevo disco, que lleva ya otro estilo y otras vibraciones. Grabé en Sevilla, en el estudio La Mina, una casa en las afueras de Sevilla, muy bien equipado. Es el primero que grabo completo en estudio, ya que los otros los hice entre mi casa y el local de ensayo. Se mezcla en Los Angeles, por Pat Jones, que es el ingeniero de sonido que ha estado al frente de todos los discos de Toro y Moi”, explica emocionado tras la grata experiencia inicial con Dreamcore, donde figuran temas tan notables como Super ultra mega dark times o Desorden del sueño, para el que contó con la colaboración de Depresión sonora y que suma ya casi 2,3 millones de reproducciones en Spotify.

La idea es que el próximo álbum, cuya producción está prevista para la segunda mitad del año próximo, se grabe íntegro en Estados Unidos. En este sentido, tiene muchas palabras de agradecimiento para Joan Vic: “Desde 2020 es el que me está encauzando todo, vemos las ofertas, me da su opinión, y gracias a mi trabajo y su forma de moverlo se están consiguiendo muchas cosas”.

Jordi se encarga de toda la composición de sus temas. “Antes tenía más colaboraciones, pero ya lo hago solo. Hago demo y los compañeros me hacen aportaciones sobre la utilización de los instrumentos, aunque soy muy estricto y pocas veces contemplo cambios”. Las letras también son suyas, en las que no suele faltar el contenido “autobiográfico” ni el sentido “generacional, eso es intrínseco. Cada generación palpa sus cosas y sus realidades, de forma más realista, surrealista o de realismo mágico, pero adornándolo”, y concibiendo los temas de cada álbum de forma conceptual, como si formaran parte de un todo. “Puedes escuchar las canciones por separado, pero cuando lo escuchas al completo ves cómo se van encauzando unas canciones con otras”.

Jordi Arroyo ya vive inmerso en la ola de la música profesional, y tiene muy claro por dónde va el negocio de la música en estos momentos: “Vivir de la música es difícil y requiere mucho esfuerzo y dedicación, porque tienes que estar pensando en cuál será tu próximo movimiento. La gente que necesita el flujo creativo está todo el día pensando. Es un continuo en el que trabajas sin horario, pasando de la composición a la preparación de un próximo bolo.  Es difícil. En este punto más, porque hace falta constancia, visión y entender cómo funcionan las cosas. Hay que diversificarse mucho, conectar con tu peña, identificar a tu público, y ahora el dinero de streaming da muy poco, solo los bolos. Hay que planificarse para ver cómo vas a ir desarrollando tu trabajo, poco a poco”, explica, y, hablando de diversificación, apostilla que también está terminando de escribir un libro, sin olvidar el EP publicado este verano, Playa Hosono, dedicado a la figura de Haruomi Hosono.

Pese a las dificultades, y que hay grupos “a patadas”, reconoce que lo más difícil siempre es “salir de Jerez y de la provincia”, y eso ya lo ha conseguido. “Una vez que sales, poco a poco te labras tu público. Hay mucha cantidad de artistas. Te vas diferenciando y el público va creciendo. Si además manejas bien las redes sociales vas a encontrar tu público de forma más sencilla. Es un continuo. En un año han cambiado muchos las cosas para mí. La clave es el trabajo con visión y un poco de cabeza”. Algo que tiene plenamente asumido.

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