Los últimos años del franquismo aventuraban, sin duda, nuevos tiempos para los pueblos de España. Había más apertura, dentro de lo que cabe, social y ese conservadurismo a ultranza que en Jerez vivíamos, poco a poco se iba lavando la cara y comenzaron a aparecer locales nocturnos con música y con ese sabor a los pub ingleses de toda la vida.
La Taberna Inglesa o Castelao, en Pío XII, eran unos adelantados en aquellos comienzos de los 70 que fue cuando en nuestra ciudad, muy puritana en aquellos días, comenzaron a abrirse locales de moda que se aperturaban a eso de las 19 horas y cerraban al filo de las 2 ó las 3 de la mañana. Aquello,aunque al lector de hoy le cueste aceptarlo, fue una bocanada de aire fresco para los que que estábamos rondando, de menos en mi caso, de más en otros, la veintena de años.
Y uno de esos locales, uno de esos estandartes del nuevo Jerez nocturno, hasta entonces casi vetado, excepción hecha de esas ventas de siempre, para todos, fue el pub Alberti, instalado en la avenida de la Soleá y con la gestión de Rafael Porro y de Juan Luis Barrios de la Rosa, un profesional como pocos de la hostelería. El Alberti tomó pronto, muy pronto, nombre. Por allí pasaba todo el Jerez noctámbulo y menos noctámbulo, como aquellas matinales dominicales con la cerveza y la ensaladilla.
Cerraba los lunes, que era el momento de encontrarnos con Rafita y con Juan Luis, en otros pubs que comenzaban a abriese en esa nueva zona que para Jerez era San Joaquín. Allí, en el Mc Gregar, con Gregorio y su mujer, apurábamos la penúltima copa, antes de irnos a casa, con Barrios, con Rafa, con Miguel, con Jesús, con Juan..., con muchos de aquellos que le pusieron nombre a unas noches jerezanas que, hasta entonces, aparecían de lo más negra. Color verde y blanco, el de la bandera andaluza, siempre presente, por cierto, en el Alberti. Incluso muchas noches era la Internacional la que sonaba antes de cerrar las puertas. Rafita, que se fue ya hace tiempo, y Juan Luis fueron unos avanzados en lo que hoy es la movida nocturna local. Y Juan Luis Barrios también se ha ido. Casi de puntillas, pero dejando la estela de su presencia en este mundo