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Jerez

Festival de Jerez, que veinte años no es nada...

El Festival siempre ha tenido esa capacidad de poder abarcar las mil y una fórmulas que hay en el flamenco y así poder ofrecer un abanico lo suficientemente abierto para que quepan todas las maneras de entender este arte

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  • El Pipa -

Siempre es ardua tarea el hacer un balance global de lo que ha venido siendo cualquiera de las ediciones de nuestro querido Festival de Jerez, aún más si nos referimos a la recién clausurada XX edición. Este año y haciendo honor a sus veinte años, no ha habido mejor fórmula que tirar la casa por la ventana, programando un cartel a la altura de muy pocos eventos flamencos que hoy en día abundan en los más dispares rincones del mundo. Por tanto, la tarea se hace aún más complicada cuando se convierte tal evento en el referente mundial de citas festivaleras y por ende de todo lo que rodea a este nuestro arte. Siempre dije que si el flamenco hubiese nacido y desarrollado en algún lugar del Norte, otro gallo nos cantaría, ya que a lo que se refiere a la gestión, producción, realización y conservación del patrimonio cultural de estas zonas norteñas,es para los que nos dedicamos a esto, un indudable espejo donde mirarse.

En estas tierras a las que me vengo a referir, que más cercanas están de Europa a estos niveles que nosotros, tienen asumido desde sus inicios, que la cultura es una industria de primer orden, que hay que prestarle un particular interés. Es interesante ver como todo lo que va surgiendo a través de sus propios artistas nacidos en esos lares, adopta por tanto una dimensión digna a tener en cuenta. Lo apoyan, lo cuidan, lo difunden, lo consumen (algo muy importante). Pero con todo ese maremagno de citas culturales, flamencas o no, que actualmente se están gestando y realizando por nuestra particular Andalucía, se nos desbarata esta reflexión a pesar de ir arrastrando ese sentimiento de inferioridad que tanto nos caracteriza a los que vivimos frente por frente al continente africano.
Con el recién clausurado Festival de Jerez, difícil no tener presente el trabajo que año tras año sale de los y las profesionales del propio festival y que nada tiene que envidiar al recorrido que en este sentido llevan haciendo los espacios más importantes de las primeras ciudades del mundo. Eficacia, responsabilidad, coherencia, riesgo, aperturismo…

Es un compendio de circunstancias y trabajo que con una imprescindible pasión y constancia realizan todos y cada uno de los que hacen la gran familia del Festival: técnicos de sonido, equipo de prensa, dirección, compañías, producción, administración… pasando por todo el equipo humano que rodea de forma indirecta al propio festival: público, la ciudad de Jerez, espacios hosteleros, bodegas, etc…
Como seña diferenciadora y conmemorando estos veinte años de vida, los espacios alternativos para esta XX edición, fue un pleno acierto: XX años, XX artistas, XX espacios. Aparte de disfrutar con las propuestas que nos ofrecía cada artista, pudimos conocer rincones de Jerez, que si no hubiese sido por esta iniciativa,en un principio,no hubiéramos tenido un fácil acceso y mejor ocasión para visitarlos: diferentes bodegas, el Alcázar, baños árabes, la pinacoteca envidiable de otra casa vinícola jerezana, etc… Una vez más vemos como tiene esa capacidad el flamenco de adaptarse, de reinventarse, de evolucionar…

Indiscutiblemente, cada vez se les da más atención a propuestas que van a un paso más allá. No sería de recibo cerrar los ojos y no prestar atención a lo que se está produciendo hoy en día enlos albores del siglo XXI por parte sobre todo de una generación joven de bailaores, que ya quedará para los anales de la historia del flamenco y de la danza en general.  Artistas que arriesgan, que lo dan todo, que investigan y sobre todo que se complacen trabajando para llevar a las tablas sus propuestas.

No deberíamos dejar que el flamenco se convierta en un arte estático, inmovilista, museístico, ya que iría en contra de sus propios principios que le vio nacer y desarrollarse. No consiste en defender una postura u otra y si estás de una parte, parece que ya no puedes comulgar con la otra. En el flamenco cabe todo el mundo y todas las posturas teóricas y hay que desbancar todo ese daño que por otra parte ha hecho que nuestro arte esté lleno de escuelas, tendencias, formas que entre ellas, para más inri, no comulgan y por lo tanto difícil de poder compartir vicisitudes entre ellas y así enriquecerse mutuamente. Qué al fin y al cabo de eso es de lo que se trata.Algo que para una inquieta cabeza artística debería ser el pan de cada día. Como pasa en el Jazz, en el Rock y en otras disciplinas, que el compartir y el aportar de forma altruista, es el estandarte que defienden.

Es cierto, y en el festival lo hemos comprobado, que los y las jóvenesartistas vienen pisando fuerte, con un concepto regenerador y por tanto es de agradecer a la direccióndel propio festival, cómo atiende a estas necesidades del aquí y del ahora.  Indiscutiblemente el baile va por delante: Rocío Molina, Liñán, Marco Flores, Estevez-Paños, Belén Maya, Rosario Toledo, Olga Pericet, Juan Carlos Lérida, Daniel Doña por decir algunos de los que nos acaban de visitar en el Festival jerezano, pero no debemos olvidar cómo la guitarra está teniendo un momento dulce, ya que podría ser los que están encima de esa delgada línea que separa la frontera entre conceptos más eclécticos y los más clásicos, sin perder el bastión de la armonía que es lo que los nuevos talentos de las seis cuerdas ofrecen de manera exclusiva en pro de este versátil instrumento: Dani de Morón, Santiago Lara, Javier Patino, Alfredo Lagos, Diego del Morao… En la mayoría de los casos acompañados de la flor y nata de músicos que proceden de otra latitudes musicales.

¿Y en el cante…? Qué les voy a contar que ustedes no sepan. Ay! En el cante. Es un privilegio ver como voces de las más genuinas estirpes del flamenco más ortodoxo, se adaptan y por tanto aceptan nuevas fórmulas imaginables: José Valencia, Jesús Méndez, La Macanita, David Carpio, Moneo, Juan José Amador, etc… Así como cantaores que ya dieron desde sus comienzos ese paso de brazos abiertos hacia contemporáneas formas de entender el cante y el arte que lo alberga: David Palomar, Rocío Márquez, Rosalía, David Lagos, etc…

A fin y a cuentas ver como al mismo tiempo coreógrafos, escenógrafos, directores, profesionales del vestuario, caracterización y maquillaje ajenos al mundo del flamenco, empiezan a formar parte del elenco de compañíasnetamente flamenca. Flamenca en su sentido más amplio y generalista.
Porque claro… ¿Por qué no se le puede llamar flamenco, así tal como, a una producción en el que se ponga encima del escenario elementos ajenos, o mejor dicho, elementos que no estamos acostumbrado a verlos día a día en propuestas de un flamenco más clásico? ¿Deberíamos de llamarlo, por decirlo de alguna manera, “flamenco clásico” a uno, “flamenco contemporáneo” a otro, o “flamenco visceral” por decirlo de algún modo este último al que procede del ámbito gitano y familiar?

¿Es legítimo que toda propuesta, venga de donde venga, pueda llamarse “flamenco”, sin más?
Esto ha sido precisamente lo que hemos ido reflexionando algunos compañeros de la prensa en este festival del 2016 que acaba de echar el telón. Una parte de estos compañero dice que sería mejor etiquetarlos de antemano para así no confundir. Y que deberían de especificar en el programa de mano cada uno según sus fórmulas interpretativas para así “no engañar”, según este sector, a quien va a verlos. Otros comentan que el flamenco siempre ha sido abierto y que en él cabe muchas maneras, siempre que, por supuesto, haya unos mínimos y que por tanto legítimo sería de llamarlo “flamenco”,  punto. “Flamenco” a cualquier apuesta que venga de nuestro arte hacia derroteros expugnables. Que el público, quien conociendo a los artista, es quien debería de antemano saber a lo que se va a enfrentar desde el patio de butacas y por tanto no haya margen al: “yo no sabía que esto iba por estos derroteros…”

De todas formas, el festival siempre ha tenido esa capacidad de poder abarcar las mil y una fórmulas que hay en el flamenco y así poder ofrecer un abanico lo suficientemente abierto para que quepan todas las maneras de entender este arte, que al igual que con los fandangos en Huelva, en cada familia, en cada pueblo y con cada intérprete hay una distinta manera de interpretarlo, de abarcarlo, de entenderlo, de vivirlo, y eso es lo grande que hace a un arte, a un festival. Porque veinte años, veinte años no es nada, sobre todo por lo que aún queda por venir.

Curro Velázquez-Gaztelu es crítico de flamenco y enviado especial de Radio Vitoria-Radio Euskadi (EiTB) al Festival de Jerez

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